Casi la mitad de los españoles, dice la
Estadística, - la más falsa de las Ciencias Exactas, o sea que es un
mentirosa - no lee nunca un libro. Habla
de una cifra por encima del 42% según el baremo que usan para medir esas
cosas. Lo que viene a decir que sí hay
un grupo que tenemos ese pequeño vicio contrario de leer.
La Estadística no tiene que
esforzarse mucho para que le demos credibilidad. Solo hay que sentarse un rato
delante de cualquiera de las cadenas de televisión yanalizar el nivel de la
oferta. A uno le entra la desolación
ante tanto bodrio. Sabe, en este caso, que lo que dice la Estadística es
verdad.
Hemos cometido, a veces,
errores. Por ejemplo poner a los niños a leer el Quijote con el vocabulario del
siglo XVII o a Platero… Dos libros que a
los niños les dicen muy poco porque son libros para adultos hechos y derechos.
No es fácil entender el mensaje de aquel loco de La Mancha ni la poesía
profunda de Juan Ramón. Casi somos culpables de haber provocado ciertas
deserciones.
Hace unos días, unos
contertulios afeaban - tampoco es novedad – que un expresidente se
confesaba lector del Marca. Me dio mucha alegría haber coincidido con él en la
lectura. Claro que yo nunca seré Registrador de la Propiedad ni Presidente del
Gobierno, pero sí que fui lector del Marca.
Y de los tebeos, los de humor y
los otros. El Jabato y Capitán Trueno fueron parte de mi formación y supe que
existían los vikingos y Goliath y Crispín, y Sigrid y la isla de Thule…
No sabría que son los chopos
del río sin haber leído a don Antonio Machado, ni “que es poesía…” ahora que
pienso en tus ojos lejanos y bellísimos sin haber leído a Bécquer, ni qué sería
la palabra del campo sin Barbeito, ni
que era el “segundo de jazmines” sin el
maestro Alcántara…
Me ha admirado siempre una de
las descripciones más sublimes - ¡siendo
tantas! - como el comienzo del capítulo
IV. Cervantes lo borda. “La del alba sería cuando Don Quijote salió de la
venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado
caballero, que el gozo le reventaba por la cinchas del caballo”. ¿Cabe más en
treinta y dos palabras?
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