martes, 15 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pozo





El pozo estaba al final de la ladera donde confluyen las cañadas que bajan de Las  Lomas por la colada, y la otra, la que viene desde la Atalaya por el Cerro del Cura. El pozo tenía su sitio, a un lado del camino, junto a unos olivos viejos, apartado del cauce por aquello de cuando venían las crecidas del otoño.

Tenía un brocal de piedras. Dos pilares. Uno circular y ancho, lo bordeaba por uno de los lados;  otro, más estrecho y largo donde bebían las cabras cuando, cada tarde, el cabrero las llevaba a darles agua…

En su muro una oquedad abierta, o sea, sin puerta. Los niños nos asomábamos y siempre apoyábamos los brazos a ambos lados para evitar que el cuerpo se pudiese desplazar hacia adelante. El agua estaba en el fondo, quieta. 
Desprendía un olor diferente. Era agua estancada. Dejaba que se reflejasen, según la luz y la hora del día, las ramas de la higuera que crecía en sus paredes.

Sobre las cabezas un listón de madera tenía enganchada una garrucha y un cubo de cinc amarrado con una soga de esparto. Cuando los hombres llegaban al pozo y la accionaba gemía un chirrido metálico y seco.

La soga de esparto mojada  se volvía suave y desprendía como cuentas de un rosario de gotas que caían sobre el agua, entonces aparecían unas olas concéntricas que morían junto a las paredes del pozo.

-         Niño, no te asomes al pozo…

-         No.

Había otros pozos. Uno, en un huerto con un árbol verde… De él decía  Juan Ramón que era un pozo blanco… Allí volvería, un día, después de haberse ido, su espíritu errante y nostálgico pero ya no habría hogar, ni árbol verde, ni pájaros cantando,  ni tocarían como cada tarde las campanas del campanario,  ni el pozo sería blanco…

Hay, también, otro pozo. Está en la ladera de un monte a donde llegan las brisas del mar azul y cercano. La tierra,  moteada de almendros y olivos, matorrales y pasto. Es un pozo, agujero negro, que ha podido segar  -¡Dios, por lo que más quieras, que no sea cierto !-  una vida blanca, blanca como solo puede ser el alma de un niño de dos años…





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