miércoles, 30 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Invierno





Habla el hombre del tiempo de no sé cuántas cosas malas que se nos pueden venir encima. Vienen de la mano del viento, (casi aprendices de huracanes con bigotes crecidos, en algunos sitios), lluvias y nieves que se bajan de las cumbres al llano. Harto de tanta altura quiere el manto blanco de la nieve bajarse al ras del suelo.

Cuando yo era niño “en el parte” de la radio, por las noches, hablaba un hombre con voz ronca de las galernas del Cantábrico. El mar embravecido se estrellaba en los acantilados de la costa y como no había televisión que nos enseñase las imágenes con conformábamos con las fotografía del periódico, en blanco negro, del día siguiente…

 Ahora todo es distinto. Tenemos la información casi  - y sin el casi – al momento. Sabemos de los ríos desbordados, de las carreteras cortadas, de puertos donde las quitanieves trabajan contra los elementos y del tonto de turno, disconforme con todo, que se queja porque según él no le avisaron a tiempo. ¡Cosas!

Esta tarde había concierto de nubes, nubes negras y fuertes vientos, sobre la cumbre de El Hacho. Algunas desafinaban.  Eran nubes de paso. Traían un empuje de cola. A ratos parecía que tenían intención de volverse, como los toros mansos que no son claros.

¡Con la faltita, Dios mío que hace un chorreo de agua calaera y mansa!,  - en eso, ya se sabe, Tú, y solo Tú tienes la llave – agua, que arranca cuando se cierra la noche y se acurrucan lejanas las estrellas, y, entonces, suena  un repiqueteo de canales que acompasan el silencio, y corre por el campo y hace que se llenen los arroyos y los veneros y los pozos, los pozos buenos, porque hay pozos malos y pozos buenos…

Está  abierto el ramillete de flores del almendro. Junto al tronco reseco, al otro lado de la tapia de piedra. “Copos nevados” los vería Cernuda, desprendidos de un cielo alto, del altar de un dios que se llama invierno y que se pone al alcance de los hombres que pasan por el camino. Y grita con su callada quietud que Tú, precisamente Tú, estás ahí, a la espera de quien quiera echar un cigarro con Contigo.



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