martes, 29 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El mástil de Almuradiel





Almuradiel está conforme se salva Despeñaperros, un poco más al norte, en el camino que lleva, desde Andalucía, a Madrid. Bueno, lo de camino, un eufemismo. Una autovía acerca las distancias; la hace más corta, en el tiempo, de no ser por las limitaciones de velocidad.

El viajero recuerda cuando la carretera, N-IV, pasaba por el centro del pueblo. Aún no era la calle del Doctor Patricio Fernández y  Casa Marcos no tenía el emporio hostelero en la otra orilla. En los comercios ofrecían la venta de queso. Para evita el hurto, el ‘queso’, expuesto en la calle,  era un trozo de madera circular con una imitación perfecta…

Madrid y Málaga se unían en solo “doce horas”. “Cuando terminen la autovía esto será un paseo”. “Ya no habrá que hacer parada en el “Salto del Fraile y en Almuradiel”… Casi todo se ha cumplido. El Viajero sí sigue haciendo la parada en Almuradiel.

Un mástil a la salida del pueblo. Muchas veces se había preguntado. ¿Qué hace un mástil de un barco en medio de esta tierra de tan adentro…?  Se entera que se puso como homenaje a gente que sirvió – como se decía en otro tiempo – en la Marina…

A poco de Almuradiel, - algo más de seis kilómetros, en un desvío de la carretera – el Viso del Marqués. Ata cabos. Don Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz y uno de los héroes de Lepanto mandó edificar un palacio renacentista…. ¡Algo único, como el mástil, pero a lo grande, en este lugar! Bellísimo.




Durante un tiempo estuvo abandonado, luego, en 1948 la familia lo cedió a la Marina Española. Acoge el Archivo General de la Armada. El alquiler, simbólico, una peseta al año. La cesión, noventa años…

Dicen que don Álvaro, de ascendencia navarra, mandó edificar allí el palacio porque equidistaba de Lisboa – donde él murió desaconsejando la expedición de la Armada Invencible, pero… – Cádiz y Cartagena. Tres puerto de vital importancia.




El viajero visitó el palacio una tarde tórrida de verano. Llegó en esa hora de la siesta cuando se paraliza todo. Aguardó bajo la sombra escuálida de un árbol… No abrían. Tocó el timbre salió un nombre con cara malhumorada. Debió pensar ¡éstas son horas! …Todo, esperpento. Un mástil  – Minador Marte- , Palacio renacentista, una siesta rota,  Marina Española, Sierra Morena ahí,  Don Alvaro de Bazán, ¡Hay que viajar más!




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