jueves, 10 de enero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cara de tonto








10 de enero. Todavía queda el regusto amargo del fracaso futbolístico en La Rosaleda. (Málaga CF. 0; Reus Deportivo, 3). He dejado que pasen unos días. Ahora han puesto de moda que no se puede legislar en caliente; escribir, probablemente, tampoco. Por eso he preferido que se sedimenten un poco el berrinche.  Se puede cambiar de muchas cosas; de sentimientos, no.

Lo de menos es perder. Si el contrario es superior se acepta aunque no guste la derrota. Lo demás es como ha ocurrido. Un equipo roto, sin posición, sin ideas, sin garra, sin ilusión. Fruto de la tristeza de su entrenador y de la mediocridad del equipo.

La gente, en la mediación del segundo tiempo, abandonó el campo,
sin ni siquiera protestar. Quizá, esta protesta silenciosa, sea más potente que el escándalo. ¡Con qué facilidad se hace añicos  la esperanza de la gente que acude a un estadio a soltar adrenalina y a olvidarse por un rato de tanto agobio diario!

Las gradas de un campo de fútbol son el espejo limpio de la frustración humana. Los deseos insatisfechos, las ilusiones que no se alcanzan, las situaciones personales que la sociedad nos obliga a esconder bajo el oropel de eso que se llama urbanidad, salen solas, desde el interior de la olla a presión que es el hombre. Se abre la válvula. Como aquella que permitía salir el vapor que empujaba a la máquina del tren. Llegaba a la estación y lo dejaba escapar. Lo invadía todo. Lo llenaba todo y la gente quedaba envuelta en una nube. Aparentaban esconder su realidad. Emergían como fantasmas de un mundo irreal.

Hacía frío. Mucho frío,  en el asiento helado de la grada. Se percibía en las rodillas y, lo que puede ser aún peor, un frío interior que te hacía una pregunta sin respuesta. ¿Qué hago yo aquí?

Mi amigo José María se entretuvo en mandar unas palabras de consuelo rayando en eso que algunos llaman pésame. Otros, - es mi caso – lo tomamos por chufla pero claro como viene de un amigo querido, se le admite.

Ahora viene la batería de paños calientes por parte de una parte de la prensa pesebrera; la otra, ha estado en su sitio. Ha llamado las cosas por su nombre y, al aficionado de a pie, se nos quedad una cara de tonto…

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