La España del esperpento está
hecha un lío. Bueno, a lo mejor, no. A lo peor es que tiene que ser así. Los
ciudadanos andan por las aceras. Buscan
una sombra donde mitigan lo que tienen encima. No saben de qué lugar va a
soplar el viento cuando llegue eso que dicen que será un otoño caliente.
Un presunto corrupto, dicen que
agoniza en la cárcel. Una maldita
leucemia, culpable. Las instancias judiciales no atiendan las demandas de
abogados y facultativos que saben del tema. El ciudadano de a pie no logra
despejar algunas dudas.
Uno muy listo aprobaba,
presuntamente, exámenes sin presentarse.
Obtenía titulaciones. Otros, no se enteraban a qué ventanilla había que llamar.
Se quedaban ‘a la luna de Valencia’. En este caso, la cosa, de Madrid (Madrid, también, tiene luna) ¡Qué
suerte, con el trabajito que nos costó a los demás!
Otros, presuntos, por supuesto,
no se enteraban de nada. Salen imágenes
del juicio en la televisión.
Repetitivas. Casi dan eso que se define como asco, hastío, cansancio, vacío…
“el vacío está más bien en la cabeza” decía don Antonio Machado. De bolsillos
no hablamos. El ciudadano de a pie sigue con muchas dudas.
Hay quienes han llegado al
poder. (Algunos, presuntamente, se han quedado en el escalón del gachero. Más
arriba no había sitio para todos). Bueno, pues gente que sí tenía que estar en
puestos de responsabilidad, y conozco a alguno, está de desbroce y cavando pies
de olivos cuando tendrían que estar porque son más útiles, pero mucho más
útiles a la sociedad en otro lugar. Sigue la perplejidad.
Duele. Dicen que es legal y que
la culpa es de la Ley y no se saben cuántas monsergas más. El tío con un montón
de crímenes a sus espaldas, en la calle. Las víctimas inocentes, en el
cementerio. ¿Cómo le ponemos al niño?
Riza el rizo. ¿Imposible? ¡Qué
va! Verán. El representante del Estado en una Comunidad Autónoma dice que no ha
invitado al Jefe del Estado – en España ostenta el título de Rey – a la
conmemoración de un atentado terrorista. Se llevó por delante unas pocas de
víctimas inocentes… Eso no es esperpento. Tiene otro nombre. Es acreedor que le ejecuten aquella sentencia que había en
las tabernas antiguas, “No se debe escupir en el suelo” y agregaba: “A escupir,
a la calle”. ¿Esperpento? Es poco.
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