jueves, 3 de mayo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Con flores a María



Don José Oropesa era un hombre bueno. A  nosotros nos enseñó “a llevar palabras de la mano”, nos contaba historia que nos dejaba embobados y nos repetía un Dictado que nos sabíamos de memoria. Comenzaba: “Resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…”

Don José tenía sobre su mesa una figura de un negrito con una ranura en la cabeza por donde se suponía que debíamos introducir alguna monedilla cuando se hacían las colectas para las Misiones y esas cosas.

Sobre el testero principal lo normal que había en las clases de las escuelas inmundas, malolientes y llenas de humedad de aquel tiempo. Las fotos, de ambos dos, a cada lado de un Cristo de latón crucificado sobre una cruz de madera negra. Tenía clavadas  las manos y los pies… Eso es otra historia.

En uno de los laterales había un mapa de hule ajado y donde las Islas Canarias aparecían encerradas en un recuadro en un lugar cercano a las Islas Baleares. Don José con un puntero señalaba los cabos, los golfos, los mares… Nosotros cantábamos casi al unísono aquello de “España limita al norte…”

En el testero del fondo una estampa de Murillo representaba a la Inmaculada. La estampa estaba protegida por un cristal  lleno de polvo. Bajo la estampa una pequeña repisa de madera y unos tarros de cristal manchados por el agua.

Cuando llegaba mayo, don José, al llegar la hora de salida siempre celebraba el ‘mes de mayo’. Los niños que tenían flores en su casa llevaban algunas rosas, ramos de celindos, azucenas, unas clivias que nosotros no sabíamos cómo se llamaban y decíamos que eran azucenas colorás…

Don José cantaba bien. Entonaba algunas canciones marianas e indefectiblemente nunca faltaba el “venid  y vamos todos con flores a María…” Ahora, que me debo estar haciendo muy viejo porque me afloran con mucha facilidad todos estos recuerdos, he escuchado en mi interior un coro infantil, sentado en pupitres bipersonales, con tinteros de porcelana que cantaba y cantaba. “…. que Madre nuestra es”. Y alargaba “ nueeestra eeessss”.





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