jueves, 24 de mayo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cantos de sirena



Dicen que son melodiosos y embaucadores, dulces como la miel y sutiles como la brisa que infla las vela de los barcos. Dicen que son tan encantadores, que quien los escucha difícilmente puede sacudirse de ellos y se ve empujados por un impulso interior a seguirlos. Dicen que…

Ulises, a quien el padre Homero hacía viajar por las aguas azules, de olas encrespadas y rizadas de nácar del mare Tirreno, de regreso a Ítaca, las temía. Les tuvo tanto miedo, que advirtió a sus hombres del peligro que encerraban y les aconsejo que de amarrasen al mástil del barco para evitar que fuesen arrastrados hasta ellas. Él mismo se tapó los oídos con pez para aislarse del peligro.

Nadie sabe si las sirenas son rubias, morenas o de cabellos castaños. Hay quien afirma que su busto de mujer se remata con forma de pez y ellas, en su desgracia, lamentan no tener pies para irse tras los hombres y bailar con ellos.
Cuentan que las sirenas se acercan a la playa, se suben a las rocas y con peines de coral, escarmenan sus  cabellos, dejan sus restos, algas capaces de enredar a navegantes incautos.

Yo la única sirena que conozco es la que, en bronce, está sobre una roca en el puerto de Copenhague. Cuando la vi me pareció poca cosa. Dentro de mí surgió un sentimiento de piedad y compasión hacia ella pensando en lo que serán las noches de invierno con aguas gélidas en aquellas latitudes.

En la Costa del Sol, en los meses de verano, aparecen otras sirenas. Desembarcan de aviones – o sea, que vienen desde tierra adentro, muy adentro – y dejan que el sol achicharre su piel hasta cambiar el rubio nórdico por un moreno casi africano. A veces, para conseguirlo con más rapidez – el calendario de las vacaciones es efímero y juega en su contra – se ponen unos potingues de botica.

Hay también sirenas de río. Algunas se quedan varadas entre los juncos de sus orillas y se enredaron en las raíces de los sauces y árboles de ribera que crecen junto a la lengua del agua. Aunque para enredo el que se le ha venido  encima a la trama de los que se dejaron seducir por los cantos del dinero fácil… ¡Dios, qué escándalo y qué poquísima vergüenza!




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