domingo, 13 de mayo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las Torres



Radio Nacional de España, los fines de semana,  tiene un programa interesante. ‘No es un día cualquiera’. De los que merecen que se escuchen. Ameno, divertido, ilustrativo. La gente que interviene sabe de lo que habla. Un apartado lo dedican a los textos de los clásicos…

Hace unos días, muy temprano, tocaron la leyenda del Abindarráez  y la bella Jarifa. Precioso, sin concesiones a la galería de connotaciones innecesarias… Dieron a conocer una de las historias de amor más bellas de la literatura castellana… Amor, fidelidad y lealtad. ¡Quién lo diría en los tiempos de hoy!

Abro el ordenador.  José María Hidalgo en su página sobre efemérides ocurrida por la misma fecha, también, tocó el tema. Además, lo implementa con la muerte del Adelantado, Diego Gómez de Rivera, ante los muros del castillo. Nace el romance fronterizo, ‘Alora, la bien cercada’.

Me lo pide el cuerpo. Me voy al castillo. Subo por la calle Ancha – arteria de ese albaicín blanco y único que marcará un hito en cuanto los vecinos se lo crean – sometida a ‘remozamiento’ que está quedando preciosa.

Me armo de amor de pueblo y les digo (Ustedes, seguro, que sabrán más que yo de todo esto) que el castillo de las Torres corona el cerro. Ocupa un lugar excepcional. Tampoco es novedad si se analiza para qué se construyó. Fueron tiempos de miedos y defensas.

Esta tarde, cuando el campo comienza a amarillear, desde su explanada, la vega parecía adormecerse a medida que bajaba  la luz. Cuando me vengo por estas alturas siempre tengo recuerdos para aquellos que dejaron, entre la bruma de los tiempos, los restos primeros.

Los conocedores del tema hablan de iberos, fenicios y romanos. ¿Estará aquí debajo la tan buscado Iluro?. Por los alrededores del final del primer milenio, árabes y beréberes dejaron las huellas que ahora se ven.

Desde el siglo XIX, fue lugar de enterramiento. Aquí se confundieron con la madre tierra, sueños y cuerpos de los que sólo conservamos recuerdos. En su capilla - lo que queda de aquella primitiva parroquia de la Encarnación – reciben veneración y culto el Nazareno de las Torres y la Virgen de las Ánimas. Fe y pueblo de la mano. Pueden comprobarlo…

Iluminado, de noche, desde la lejanía el castillo es de una belleza sugerente e íntima. Llama, evoca, sugiere… Es cuestión del estado de alma de cada uno.




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