martes, 6 de marzo de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Callejeo


Si das en venir al pueblo, vente temprano. Dice el refrán que, “a quien madruga, Dios le ayuda”. Debe ser verdad. El refranero tiene las cosas muy claritas y define muy bien según que situaciones. Las puntualiza y las deja para que cada uno se las interprete como mejor les convenga.

Déjate el coche a las afueras. Es lo mejor. Por dentro del casco urbano, el aparcamiento, imposible, y lo que es peor te vas a perder gozar del encanto de un pueblo blanco, con calles – calleja, es un consejo - de embrujo a las que se asoma el cielo azul y limpio.

No hay sobrecargas de monumentos, solo unos cuantos: a la Faenera, al Cante por Malagueñas... En el entronque de Algarrobo con Cantarranas colocaron un jardín colgante. Ya verás. Una preciosidad…

Hornacinas santeras  las hay en la calle Santa Ana, Algarrobo, Camino Nuevo y Zapata  – ambas, dos vacías – y en el Peñón de la Fuente de la Higuera…

A diferencia de otros lugares no hemos tenido santos propios pero sí quien sacaba las ‘motas’ de los ojos; buscaba las aguas subterráneas; curaba las culebrinas y a los niños ‘quebrados’; y arreglaba noviazgos; quien tenía oraciones y rezos propios  - que aunque lo he intentado nunca me lo han querido decir – para prevenir el mal de ojos; para que no se ahogaran los pollos  con las tormentas;  quien tenía sus rezos del trisagio; quien ha hecho el bien, mucho bien, a su manera y entender…

Debes saber y te digo que si llegas con tiento te pueden sorprender  muchas cosas. Date una vuelta por la barra de los bares. Somos amigos del ejercicio de ‘barra fija’.  Y ahí vas a comprender eso que suelen decir: “Si se juntan tres de Lucena hacen una nave; tres de Cabra, una romería; tres de Álora una tertulia y hasta arreglan el mundo…” Ya ves, habladurías, que la gente ¡tiene unas cosas!

La gente aquí es abierta, locuaz y poco innovadora. Le gusta informarse de lo que le interesa pero en el fondo va a lo suyo,  ah y ni se te ocurra hablar bien del pueblo vecino, porque como mandan los cánones, con los vecinos, ‘siempre cero’.




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