miércoles, 7 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Medinaceli


“Si otros no buscan a Dios / yo no tengo más remedio / me debe una explicación”. Lo escribió el maestro Alcántara. Se lo dedicó (con otros seis versos más) a otro maestro: al maestro Alejo. El que me dijo: “Pepe, al escribir,  sujeto, verbo y predicado; adjetivos los menos y si es posible, ni los menos”. En eso sigo, - no sé si lo consigo – pero lo intento.

Dentro de unos días, a primeros de marzo, y en viernes,  por más señas, la gente acudirá a pedirle al Cristo. Es el Cristo de Medinaceli. Madrid se echa a la calle; de otros sitios también viene mucha gente.  En una ocasión una mujer me dijo que se le piden tres cosas  - ninguna material – y siempre concede una. ¿Llevaría razón aquella buena mujer? Yo, esta mañana, le he pedido – le he dado una retahíla – que conceda lo que más convenga.

No sé si es leyenda urbana o tiene algo de cierta. Un hermano muy devoto y cercano a Jesús del Gran Poder recurre a Él ante una grave enfermedad de su mujer. Dicen que el hombre muy enfadado por no obtener el milagro le dijo al Cristo algo así como que: “no vengo a verte, hasta que tú vayas a mi casa”.

Pasó el tiempo. Noche de tormenta imprevista. Llevan a Jesús a no sé qué sitio. Ven luz. Llaman. ¿Quién va? – pregunta una voz desde dentro –,  el Gran Poder.  Contestan desde fuera. Lo que vino después es más fácil de adivinar y casi obligan a eso de pensar en los milagros…

Jueves Santo. Málaga. Tarde serena; en calma. No se mueve una mota. Calle Andrés Pérez en su ensanche antes a desembocar en Carretería... Un hermano de Viñeros (el Nazareno sale de la cercana iglesia de las Catalinas) había tenido sus más y sus menos con otros hermanos  y decide volverle la espalda al Cristo. Se pone en marcha la procesión. Desde el balcón le arroja puñado de buganvillias moradas. No hay aire, una bocanada las vuelve hacia el interior de la casa…




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