martes, 20 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Adagio


Albinoni, que se llamaba Tomás y era de Venecia, vivió a caballo entre los siglos XVII y XVIII y ahora resulta que su obra más universal, el Adagio en sol menor, es una obra apócrifa escrita en el XX por un seguidor de su música que se llamó Remo Giaziotto…

El adagio es un movimiento musical, suave, lento, acompasado como quien no tiene prisa y quiere recrearse en ese flujo que hacen las notas cuando suben a las  alturas inusitadas o cuando bajan a las primeras líneas del pentagrama.

Pues ni lo uno ni lo otro. Verán. Cuando alguien sabe de qué va la cosa, cuando alguien tiene arte a raudales y lo saca fuera y lo muestra y lo deja para deleite de los demás…, es cuando uno se empapa de muchas cosas, entonces, es precisamente entonces, cuando se valora cuánto de arte atesora José Carlos Torres Gil.

Como quien no quiere la cosa ha llenado de arte una de las salas de exposiciones de la Casa de la Cultura de Alora. Unas, obras ya publicadas; otras, que en su día no fueron selecciones por los comités encargados de rebuscar la que en aquel momento a ellos les interesaba más.

Está llena la exposición de ese suave adagio, -que así se llama la muestra, Adagio – y eleva y deja correr por el interior una agradable sensación de placidez, de sosiego, de algo hecho con mimo y con primor, de algo que se lleva muy adentro y que en un momento  determinado las circunstancias hacen que aflore.

La obra de José Carlos Torres tiene un gusto exquisito. Es la mística barroca adaptada a los tiempos de hoy,  y a Dios, en esa cartelería propia que exhibe el autor  y a quien se le puede hablar de tú. Es el Dios a pie de calle; en silencio y en penumbra; es Dios que pasa por delante de la puerta entreabierta; es Dios que tiende la mano para quien quiere asirse a ella.

La muestra recoge un elenco de carteles, diseños, apuntes, fotografías… Todo está impregnado de religiosidad, de misticismo, de recogimiento. El autor dice cuánto amor derrocha en su trabajo y, además, lo deja para deleite del espectador que contempla y se extasía con ojos absortos ante tanta belleza.





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