Siracusa mira al mar; Siracusa
está en la costa y es la más griega de todas las ciudades de la isla de Sicilia.
Siracusa es una ciudad preciosa. Cuando yo estudiaba latín supimos que allí
había un tirano, el “Tirano de Siracusa”. Se llamaba Dionisio y siempre anduvo
de gresca con los vecinos de enfrente, los del otro lado del mar, los
cartagineses. Eso fue casi quinientos años antes de Cristo.
Poco más de doscientos años
después de Cristo en Siracusa nació una niña. Probablemente hija de Lucio por
aquello de los romanos de poner el nombre del padre y de Eutiquia - ¡hay
nombrecitos que se las traen – a la que dedicó su vida para cuidarla. También,
dicen, que se la dedicó a Dios, consagrándose a la virginidad.
Ese comportamiento que le hizo
rechazar a un pretendiente y su conversión al cristianismo la llevo a tener que
hacer frente a una denuncia. Diocleciano era el emperador. Había decretado una
persecución contra los cristianos; la Décima, y última de las censadas ‘oficialmente’.
La vida de Lucía es un embrollo
de información al comienzo. Luego, en lo
esencial, coinciden griegos, siglo V;
latinos del VI al VII. Todo comienza a extenderse y a partir de los siglos XVI y XVII los países
nórdicos la tienen como la mucha virgen relacionada con la luz.
Santa Lucía es patrona de los
invidentes. Según el martirologio griego fue ciega; el cristiano dice que le
arrancaron los ojos y le traspasaron la garganta y que incluso así veía al
tribunal que la condenaba y hablaba ante
ellos…
Su patronazgo se extiende,
también, a muchas profesiones; tantas y tan dispares como escritores,
fotógrafos, pobres, niños enfermos, de muchas ciudades, campesions,
electricistas, modistas, chóferes, afiladores, cortadores, cristaleros, sastres
y escritores ¿alguien da más?
Santa Lucía se celebra de
manera especial en el norte de Europa. Se come y se bebe. Las niñas se viste de
Lucía: “túnica blanca y velas en la cabeza”. También son hijas de la Luz. El
refranero dicen que a partir de su festividad comienza a crecer la luz; hay,
también, otro refrán más práctico: “Santa Lucía trece, el que no tenga leña
perece”.
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