sábado, 14 de octubre de 2017

Una suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Luz Casal

Querida (perdona el atrevimiento) y desconocida Luz Casal. Nunca he estrechado tu mano; nunca he tenido el honor de rozar mi mejilla con la tuya.  Nunca he asistido a un concierto tuyo… Es decir, no te conozco de nada. Bueno eso es lo que puede creerse de la lectura de estas líneas.

Verás. Llegas porque las cosas son así. Echo un vistazo a las páginas del periódico. Me entero que has sido la pregonera del Domund, este año de 2017, en la Catedral de Santiago. Leo la reseña; lo has bordado. Entre otras cosas has urgido a España  -Luz, ¡que par de ovarios en los tiempos que corren! - “a recordar su historia, como país que abrió las puertas a la evangelización y a no dar la espalda al trabajo espiritual”.

Y has dicho, también, que “para que triunfe el mal, lo único necesario es que las personas buenas no hagan nada por evitarlo”, y  has valorado la valentía ante los problemas de misioneros, religiosos y seglares. Y, además, dices que la solidaridad debería estar siempre de moda…

Te descubrí, hace mucho,  como se descubren las cosas grandes: casi por casualidad. Una amiga me llevó hasta ti.  Yo ya sabía de tu música, de tu trayectoria, de aquellos éxitos de hace unos años y, en mí surgió, ya ves, una petición imposible… “dame tu aroma, dame tu sabor / dame tu mundo interior”.

Pero, a lo que iba. Seguía la pista de Carlos Núñez y te encontré. Viniste nada menos que de la mano de Rosalía.  Y supe, desde el primer momento, que tienes ese algo tan especial que algunos llaman duende, porque tú eres melodía,  y que llegas -¡digo, que si llegas!-  porque “si cantan, eres tú que cantas / si lloran, eres tú que lloras / y eres el murmullo del río / y eres noche  y eres aurora”.

Dicen las noticias  -“negras sombras”- que has tenido momentillos delicados de salud. Ni caso, Luz. No pienses, porque cuando “pienso que te fuiste…”, ya sabes lo de Rosalía,  tú, mi amiga, de esas horas en que la madrugada se llena de luna y ulula el viento por los alféizares y tejados, tú, “sombra que siempre me asombras, eres la estrella que brilla / y eres viento que zumba”.

No he querido abrumar estas líneas de “las nuestras” de hoy,  con datos y  fechas. Sí, te digo, que tienes sitio propio.


Tuyo. Siempre.


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