domingo, 15 de octubre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La noche

Manto tintineante de estrellas. Embrujo y encanto; la noche, en Álora. Si gustas de andar de madrugada, la gente si es tiempo de invierno, se habrá recogido. Han cerrado los bares y los puestos callejeros de castañas. No hay condensación de humo a modo de nube… El camión de la limpieza rompe el silencio con un sonido ronco, sordo y lejano.

En invierno, a esas horas, resuenan los pasos por los callejones estrechos. Con luz en penumbras, los pueblos - y éste más - se envuelven en el misterio. Piensa cómo quieras y lo que quieras. Por una calle larga los pasos resuenan con  más sabor. Evocan recuerdos, añoranzas, esperanzas que no se cumplieron… Ya sabes, esas cosa que pasan.

En verano el personal gusta de recogerse tarde. Desde algún patio, por si falta algo, salta la tapia el olor de la dama de noche y el pespunteo de jazmines que embriagan.  No te extrañe que la gente ande de tertulia, de cháchara, de palique – como te guste llamarlo -  en los bancos de la Fuentarriba, en el parque, en los escalones – si son jóvenes – de la Vera Cruz… No te sorprenda, tampoco, que estén arreglando el mundo.

Si te levantas temprano verás que los coches van raudos, ligeros. Llevan prisa;  van tarde. Es la gente que trabaja fuera, en la costa o en la capital. Cada mañana un puñado grande, sobre todo hombres, salen para ganarse el sustento de cada día. Te digo lo de hombres no por ninguna connotación especial sino porque se agrupan en la puerta de El Madrugón, de la Alegría, de El Kasell…

Buscan tomar una copa, - los hombres toman brandy que aquí se sigue llamando coñac o anís - o esperan que llegue el compañero… Las mujeres en ese aspecto usan mejor su libertad de movimiento.

De madrugada hay ya alguna panadería abierta. Antes las panaderías olían a retamas, aulagas, a tomillo, a romero y a campo. Por la puerta salía un vaho a pan caliente, a hogar, a calor tibio y sensual.


Cuando te hagas al camino, desde cualquier recodo verás  como desaparecen por detrás de los promontorios las últimas luces del pueblo. Cuando estés a solas contigo mismo, entorna los ojos y recuerda que, aquí, en Álora, la noche…

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