domingo, 1 de octubre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arroz

Media mañana. La calle tiene el silencio tempranero propio de un domingo con pintas de verano aunque el calendario dice otra cosa.  El cielo limpio; el aire hecho brisa. Tintineo de cascabeles; un redoble de cascos de caballos, “los cascos de tu caballo / cuatro sollozos de plata”, que nos dejó dicho Federico. No era exactamente así; podía serlo.  Avanzan con paso acompasado…

Reconozco a algunos de los que van en la comitiva. Pregunto. ¿Qué celebráis? Nada. “Vamos al Hacho comernos un arroz”. Eso se llama hedonismo. Eso dice que el zorongo tiene toda la actualidad. “La manos de mi cariño / te están bordando una capa”…

Claro que las manos no estarán con agujas y ganchillos y un ovillito de hilos de plata… ni habrá agremanes de alelíes. Las manos andarán moviendo un sofrito de tomates, aceite, cebolla, ajo y pimientos – que por cierto, al Maestro, que anoche me dio una gran noticia, eso de los pimientos, como que no – para preparar el arroz. Llegarán los caballistas y, a echar el día que son tres días y dos lloviendo.

Por cierto, llueve en una parte de España. Desde la noche del 23 de febrero de aquel año no pensé que iba a estar tantas horas delante de un televisor y con un transistor pegado a la oreja. Llaman los amigos; llamo a otros amigos. Los mensajes casi los mismos. Tertulianos que quieren vender una burra. Vamos el trato de una burra en pelo… ¡Maíz, maíz”.

No ha llovido. No ha llovido agua del cielo, por supuesto; de la otra, ya se sabe… No ha llovido en esta tierra que tiene verano de abril a noviembre y las plantas xerófilas de El Hacho acusan la sequía. Tampoco podríamos esperar otra cosa.


El esparto aguarda unas manos que  no llegarán nunca porque se perdió la industria artesanal que se convertía, desde hace años en serones, esteras, cestos o cujones para las agüaeras…, la yerba de cepellón y puntas agudas que se clavan como agujas.  Está el tomillo reseco; no hay manzanilla ni el almoradux tiene flores…. “La luna es un pozo chico / las flores no valen nada / lo que valen son tus brazos / cuando de noche me abrazan”. Pues, eso.


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