martes, 26 de septiembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueño

La muerte sabe a todos sitios. El dolor y la miseria, también. La Zarza ha saltado a primera página de periódicos por un acontecimiento que hiela el alma. Parece que la tragedia solo se da en los lugares grandes. No es cierto. Los acontecimientos lo desmienten.

La Zarza tiene poco más de mil habitantes. Mucho de minería en crisis  y los vaivenes de los tiempos. Más malos que buenos. Eso forma parte de la vida. Esa puñetera que cada uno tiene que andar con su caminar cansino.

Repetir lo que ustedes saben es hurgar en el morbo. Flotan muchas preguntas en el aire. En un lugar tan pequeño ¿es posible que en cuatro días no se eche de menos a una pareja de vecinos? ¿Estamos tan inmersos en lo nuestro que se nos van los detalles de la presencia de otros?

Pienso en los padres. No sé, ni me importa su pasado. Su realidad, durísima. Pienso en los niños. Un chaval que se abre a la vida y tira de los hermanos más pequeños. Dicen que no es la primera vez. Dicen que ya lo había hecho en otras ocasiones y que nadie se había extrañado…

Quedan en entredicho algunas instituciones donde alguien  informaba que habían acudido a pedir ayuda. No pudieron dársela o la que le dieron no fue suficiente, si no es así es inexplicable la situación creada.

La Zarza está a medio camino entre Almonaster la Real y el Andévalo. La Zarza está en la sierra de Huelva y pertenece a Calañas donde alguien al crear el fandango se asombraba de ver pasar el ferrocarril de madrugada, muy de madrugada.


No sabemos a qué hora llegó la muerte a una casa humilde. No sabemos  cómo van a encaminar su nueva vida ese puñado de niños. El menor cinco años; el mayor, catorce.  Pensaban que sus padres dormían un sueño profundo. Se me hace un nudo en la garganta. Ante cosas como esta todos somos culpables. A ver cómo le ponemos, ahora,  al niño, ¡por Dios!

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