sábado, 16 de septiembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Cándida

Tiene la belleza serena que dan los años; la dulzura de quien ha vivido con plenitud y sus alforjas rebosan paz;  sus ojos administran el verde aceituna del mar de olivos de su tierra. Ha andado muchos caminos.  Dosifica con sabiduría su discreción; derrocha agrado. La vida no le privó de palos y sufrimientos. El  paso de los años le ayudó a ver cómo  cambian las cosas…

Cándida Montenegro Velescao nació en Alameda (Málaga),  en un  España en blanco y negro. Tiempos duros de posguerra; difíciles para todo y para todos. Hija de Frasquito, ‘el Cabrero’, padre de seis hijos… “en mi casa, dice, con una sonrisa amplia, no faltaba leche”
Se casó con Antonio, ‘el Comino’. En los años donde  no había de todo tomaron el tren una noche en la estación de La Roda… Varios días de viaje. Se establecen en las cercanías de Stuttgar. Él trabaja en la fábrica de máquinas Singer; ella, en un taller de costura.

Un nudo aprieta en el pecho; la saliva no baja por la garganta. Su hijo mayor, José tiene ocho meses, se queda en el pueblo; después, nacieron tres más.  Confiesa que fue muy dolorosa la separación. Hasta que no vuelve a ver a su hijo el tiempo de emigración se hace penoso. Añora el regreso.

A la vuelta montan un bar; muere su marido. El mismo día que terminan de tejar la casa que se hacen con los ahorros de Alemania, su marido entra difunto, en Alameda, su pueblo, porque Cándida es de Alameda. Una cirrosis  hepática se lo había llevado… El albañil que ve el cortejo fúnebre desde lo alto del tejado, se pone malo.

Vende el bar. Se traslada a su nueva casa. Está a las afueras. Comienza la aventura de la gastronomía. En un principio, venta de carretera; después,  un restaurante puntero: “ Cándida”. Está orgullosa de cómo guisa el arroz caldoso y los zorzales con patatas pimientos y huevos;  cocina de calidad, única…


Cándida se levanta temprano. Vive mucho  tiempo en el restaurante porque “el ojo del amo…” Sale a dar un paseo, cada mañana, con su hermana. Es un ejemplo de tantas mujeres anónimas, sencillas, desconocidas.  Viudas que se enfrentaron a los avatares que venían. Supieron salir adelante; una de las nuestras.



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