miércoles, 13 de septiembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Veneno

Lo ha dicho Antonio Banderas. El hombre no quiere trabajar con dinero público porque dice que viene envenenado. Algo de eso hay, sobre todo, cuando deja a muchos como fuera de sitio y otros pierden el sitio detrás de él.

Hubo una señora ministra que se entretuvo en decir que el dinero público no es de nadie. Más o menos o algo por el estilo. Como presunta administradora…, pues, eso.  Se ve, también, que la señora o gana tanto que le duele poco o es tan inconsciente que no sabe ni lo que dice. Regentó el Ministerio de Cultura. Ahora se explican muchas cosas de cómo va la cultura.

En España, últimamente, hay demasiado veneno al alcance de cualquiera. Cuando de algo sobra, rebosa por los filos de la vasija. Chorrean veneno muchas cántaras y no solo de dinero mal venido sino de otras cosas.  Cleopatra, dicen, usaba un frasco pequeño y muy bello. ¡Hay gustos que matan! (De Borgias y otras lindezas no hablamos).

Hay cadenas de televisión de las que se apartan hasta las víboras. No se puede tener más inquina encerrada. Pontifican  - no tienen púlpitos, pero tampoco lo necesitan – como aquellos inquisidores que quemaban brujas, herejes y a todo quien no estuviese en su cuerda.

Carlos Arniches escribió una comedida deliciosa, Los caciques. En un momento de la obra el protagonista dice con total convencimiento. “¿Qué aquí no hay libertad política? Vamos, hombre, sí aquí hay dos partidos, los miistas y los otristas”. Poco ha cambiando España cuando se ven algunas cosas…


Estos días vivimos un tiempo muy revuelto. Alguien dijo que la primavera es el tiempo más revuelto de las cuatro estaciones. Será que ahora con el cambio climático las estaciones han corrido las lindes pero lo cierto es que todo, absolutamente todo, está liado. Y casi como aquel del chiste de Lourdes cuando la silla de ruedas enfiló la cuesta de bajada, hay que pedir, “Madre mía, que me quede como estaba”.


Resultado de imagen de vasija de veneno




4 comentarios:

  1. Querido Pepe, acabo de leerte y te digo -sin sentirlo, alegrándome- que, sin ponernos de acuerdo, hemos coincidido. Mi artículo de mañana trata de lo mismo que este tuyo. Mira qué alegría...

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    1. El tuyo es infinitamente mejor, Maestro; el tuyo es antológico. Un abrazo.

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