lunes, 17 de julio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ...Pespunte de nácar

Dice el Libro que Dios vio que todo lo que había hecho era bueno y que, entonces,  les dijo a los dos, o sea, a Adán y Eva: “Creced y multiplicaos y llenad al faz de la tierra”. No sé si fue exactamente así pero si no, pudo serlo.

Y dicen que se las anduvieron por todo lo ancho y lo largo y lo lejano y lo cercano y que pasaron penalidades y supieron de noches de vientos y tormentas y de días de calor y que cruzaron ríos y montes y llanuras y mares y…

Y dicen, los que saben, que el hombre primitivo, es decir, el hombre de hace muchos miles de años vino y se asentó a la orilla de un río que entonces aún no tenía nombre o si lo tenía nosotros no lo conoces porque como no lo dejó escrito…

Lo que sí dejó fueron restos de piedras pulimentadas, afiladas por uno de los extremos y que muchos años después alguien le dio el nombre ‘hachas neolíticas’ y otros hombres las encontraron en lugares de aluvión  y que sí tienen nombre y que se conocen como Hoyo del Conde…

Luego, otros hombres subieron desde el mar. Dejaron restos de los materiales que usaban. No eran piedras; no. Eran materiales hechos a modo de amasar la tierra arcillosa con agua y a eso llamaban cerámica y para que tuviese más consistencia la cocían en hornos calentados con fuegos. A esos materiales también le dieron nombre: cerámica ibera.

Al pie del cerro, a la izquierda de la fotografía, un arroyo profundo circunda el promontorio y se llama arroyo Hondo y allí los que saben de estas cosas dice que hay restos de, al menos, tres alfares, que es el lugar donde se cocía ese barro.

Desconocemos quién fue el primer hombre que se decidió a edificar en la altura. Era un tío de buen gusto.  Seguro que tenía una mujer a su lado con tan buen gusto como él. Puso los cimientos de un poblado que se llamó Iluro; luego Al-a- orá;  y, ahora, Álora.


Cada tarde, cuando la luz del sol se esconde por detrás del Monte Redondo, los últimos rayos doran las cumbres, y las murallas de su castillo, y la blancura de su caserío, pespunte de nácar,  que se asoma, casi de puntillas, a la llanura del río…

1 comentario:

  1. Seguro que era un tío de buen gusto con una mujer lista a su lado. Pero, como me dijo un cartameño hace más de 20 años subiendo la calle Camino Nuevo, "ohú, podrían haber metido primero unas máquinas para rebajar un poquito antes de montar el pueblo".

    Pedro Cruzado

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