viernes, 7 de julio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Botánico

Córdoba tiene un Jardín Botánico junto al río Grande. El río que nace entre las Sierras de Pozo y Cazorla, y cruza mares de olivos, y llega a otro mar donde ya no se sabe si es una masa que fue salada y se convierte en dulce o al revés…

 Ese mar en el que, cada tarde, el sol juega al escondite en el horizontes, y dicen que, cansado,  se va a América… ¡América, América! A donde fue tanto, y desde donde nos vino tanto…

Ese río baña los pies del Botánico de Córdoba… Un remanso de verde y paz; de silencio y sosiego. Solo hay que sentarse un rato y dejar que corra el tiempo.  Un lugar donde cantan los pájaros y en las mañanas soleadas de verano uno se transporta a otro mundo, porque aunque no lo parezca, hay otro mundo casi en la puerta de la casa.

Abderramán sembró de almendros los alrededores de Medina Azahara para que  los meses de invierno el campo se vistiese de nieve de pétalos y su favorita perdiese un poco de añoranza de la cumbres blancas de su Sierra Nevada…

Bueno. Tenía interés por contactar con alguno de los jardineros de la rosaleda del Botánico. Fui temprano; lo busqué; le conté el problema y el hombre me dijo del porqué, y de otras causas, y los remedios. (Por cierto, aviso a navegantes: Paco Navarro y Juan Blanco, urge cambiar el sistema de riego de mi pequeña rosaleda, así que el lunes, estamos colocados).

El Botánico es una pequeña joya. Riqueza de árboles y arbustos, museos interactivos, un paseo por las épocas medievales y renacentistas, exhibición de flora de todas las partes del mundo y, por supuesto de la nuestra…

Arboretum – más de doscientas especies leñosas -  complementado con algo excepcional: un museo de etnobotánica. Muestra la evolución desde el inicio de la aparición del hombre sobre la tierra hasta la época de los grandes descubrimientos y expediciones científicas al Nuevo Mundo…


El maestro Barbeito me llama. Le digo donde estoy; me manda a reponer fuerzas en la Bodega Campos  - al maestro Barbeito hay que hacerle caso siempre. Le hago – en la calle Lineros, entre una decoración original y exquisita; la cocina, en consonancia. Hay días que con cualquier cosilla los llena uno…


3 comentarios:

  1. Siempre es un acierto Bodegas Campos. Otro día, no lo olvides, vete a la bodega El Pisto, sabor taurino por todas partes, a degustar el mejor flamenquín del mundo. Creo que está en la Plaza de San Miguel.

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