Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Alba

Dios, dicen los que saben de esas cosas, nos manda a los ángeles para que se den una vuelta por la tierra y convivan con nosotros y nos siembren la ilusión, y nos hagan ver las cosas de otra manera... Dios, que está en todo, cuando lo tiene a bien, pues ordena que se retornen al lugar de donde salieron y se vuelven a su sitio.

Somos muy dados a poner nombre  y a clasificar a casi todo. Dicen que los ángeles, la tropa de ángeles, se llaman algo así como ángeles, querubines, arcángeles, serafines… Bueno, el orden cómo ustedes saben no es así, ni es ese. Tampoco importa. Uno, hay uno, que no aparece ahí, en ese listado. Se llama: Alba. Y,  hoy, ese ángel se ha vuelto...

Sus padres, los padres de Alba, están deshechos por el dolor; no puede ser de otra manera.  Sus familiares, sus amigos, sus allegados se embarcan  - nos embarcamos – en una batería de preguntas a las que no se encuentran respuestas. Forma parte de esto que llamamos vida.

Los pintores siempre pintaron un revuelo de angelitos en los cuadros de Inmaculadas; los cantantes, Antonio Machín, por ejemplo pedía que pintasen ángeles negros…. Como si los ángeles tuviesen el color que los hombres les damos a las cosas…

De niño nos enseñaban que cuatro angelitos estaban en las esquinas de nuestra cama; otro ángel conforme nos hacíamos más mayores se ponía a nuestro lado. Orientaba, susurraba al oído, y nos decía que había qué hacer en cada momento.

Ahora hay un ángel suelto que se queda flotando en el recuerdo de los suyos, en  la orientación de quienes no la conocimos personalmente. Ese ángel tiene nombre de niña. Ese Ángel se llama Alba y hoy, la han llamado para que se suba, por un rato, al cielo y, luego, cuando Él lo disponga, pues vendrá y sabremos que, en  un momento muy especial, alguien dirá: “¿ha pasado un ángel?”. No pregunten; tiene nombre y apellidos. Se llama Alba Vargas Bravo.