domingo, 23 de julio de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pena

Müller, Weber… no se confundan; no. No estoy esbozando la alineación de la selección alemana, esa de la que dicen, que juegan  contra un puñado de selecciones, pero siempre ganan ellos… No, no. Estos nombres vienen por otro tema.

Ratisbona está en Baviera. Yo no he estado nunca en Ratisbona. Me dice un amigo que es una ciudad preciosa, con una pasado impresionante y con un casco antiguo donde da gusto perderse porque han sabido conservar lo histórico y ofrecerlo para deguste de nativos y visitantes.

Por Ratisbona pasa el Danubio. El río con un puente de cuando los romanos y su catedral son los monumentos más excepcionales. La ciudad fue de las pocas ciudades alemanas que se libraron de los bombardeos durante la II Guerra Mundial.

En Ratisbona nació don Juan de Austria. Sus padres Carlos V, el Emperador y Bárbara Blomberg. Yuste y Jeromín,  y don Luis Quijada y Magdalena de Ulloa, y  la emboscada camino del monasterio…, eso vendría después.

La catedral acoge a uno de los coros más antiguos del mundo. Hablan de más de mil años de existencia. Se conocen como los ‘gorriones de la catedral’ y viajan por el mundo bajo el paraguas de ser considerados como “embajadores culturales de Europa”.

Hace unos años saltó el escándalo. La iglesia abrió una información esclarecedora de todo lo que salía a la luz. Desgraciadamente lo que en un principio se anunciaba era, siendo muchísimo, aún menos de lo que había en el fondo.

Lo leí hace unos días en El País. Un montón grande, muy grande, de niños del Coro de Ratisbona han sufrido abusos sexuales y castigos físicos. ¿Implicados? Gente de tanto poder que aterra. Unos por sinvergüenzas, canallas  y pervertidos; otros, por cobardes que miraban hacia otro lado…


La lista de los implicados  - el informe dice que son más de 500 niños los que ha sufrido los abusos – es amplia. Entre ellos un hermano del Papa emérito Benedicto XVI, por supuesto que el Papa será responsable de sus actos pero no de los de su hermano, reconoce en el informe que en alguna ocasión  propició castigos físico a los niños…; ha pedido perdón. ¡De pena, oigan, de pena!

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