jueves, 4 de mayo de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Mixto

El tren llegada cada día al caer la tarde. El tren venía de Málaga. Iba… a Ronda y a Antequera. En Bobadilla lo partían; por las mañanas la operación, a la inversa. Era un tren de madera. Era un tren con jardineras y una barandilla para acceder al espacio, al final de cada coche.

El mixto salía de la capital cuando la luz de la tarde vestía de sombras parte de la vega. El tren parada en todas las estaciones.  Junto a la balaustrada de la estación de Málaga vendían caracolas, y toritos  negros de cartón con banderillas de colores rojos y amarillos sobre el lomo, y bolsas con golosinas y ramos de plátanos.

En el tren venía un hombre que vendía dulces en un canasto de mimbre; otro rifaba, con una baraja de cartas trucadas y desconchadas por las cuatro esquinas, una tableta de turrón que siempre le tocaba a un viajero que iba en otro vagón; otro, vendía  avellanas – que eran cacahuetes – tostadas y que despachaba con un pequeño cubilete de madera…

Al poco de partir de Pizarra un empleado de la estación tocada una campanilla. Era un repiqueteo agudo. Siempre lo remataba con dos golpes secos. Entonces, un posible viajero espabilado,  anunciaba que él sabía más que los otros posibles usuarios, y con voz alta que todos oían, decía: “de abajo”.

¿De dónde si no iba a venir el tren? Al poco, el guardabarreras echaba las cadenas – aún no había barreras de metálicas ni campanilla que anunciaran su bajada – del paso a nivel. A ambos lados se formaba una cola. Gente con bestias cargadas que venían del campo; algún coche; peatones… Esperaban; nadie protestaba.

Por la boca del túnel aparecía la máquina echando un chorro de humo negro; el tren aminoraba la marcha. Los dos hombres de la máquina manipulaban los artilugios. El maquinista detenía el tren; el fogonero dejaba de atizar la caldera…


Los viajeros bajaban con paquetes; los niños cogidos de la mano… Había un bullicio de los que iban y venían. El jefe de estación que era un hombre uniformado, con una gorra y banderola roja hacía sonar un silbado. El maquinista respondía con un pitido largo, intermitente y agudo, y el tren continuaba su marcha…



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