Y, entonces,
no se sabe ni porqué, ni cuándo, el Arte decidió tomar cuerpo y miró y busco y
vio la voz de una mujer excepcional. Una
voz ligera como el movimiento de un junto que mece el viento; grácil como el
vuelo de esas mariposas que una mañana aparecen al otro lado de los cristales
de la ventana…
Y, entonces
el Arte dijo que se venía a vivir - ‘La
voz vivida’- a la garganta de Antoñita, Antonia Contreras, y nos habló de estrellas y de sol; y del amor
escondido detrás de una canción con mil maneras de querer; de sueños rotos; de
noches de desvelos e inquietudes…
Buscó
Antonia en las raíces de platillos y panderos; de guitarra – la de Juan Ramón
Caro – de acordes por Verdiales y echó la vista por los cantes de Juan Breva y
por la Malagueña de la Trini y confiesa que es humana y que todo lo que llega
al alma le concierne “porque me salen por la boca los sentíos / cuando te canto
/ Malagueña tu eres río que brota/ en los manantiales…”
Antonia
Contreras es única. Aporta un sello diferente, distinto. Su voz aterciopelada encierra el misterio
como lo esconde el cante de la alondra
que saluda al alba cuando sabe que ya viene el día; como el canto del jilguero
herido por los desgarros de un quejío en la zozobra del camino; como un arrullo
de caracolas que saluda a las sirenas que pasan de lejos.
Antonia
acaba de regalarnos una joya. Hay que paladear lo que esta mujer acaba de publicar.
Hay que escuchar sin prisa; despacio. Una y otra vez. Las que hagan falta. Yo
lo he hecho porque es brisa que viene para dejar su punto y su caricia.
Su sello y
su impronta hay que degustarlos a cualquier hora del día pero si me piden una
escojan esa en que la luna aparece por detrás de los montes, y un olor a
jazmines, hechos biznaga, “menos que una estrella y más que una flor”, perfuma la noche y el misterio y el embrujo se
enseñorea porque el Arte se vino a
vivir - ‘La voz vivida’ – a la garganta
de Antonia de la Cruz Contreras.
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