jueves, 8 de diciembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niños

El otoño estaba ya más cercano a su final que a sus comienzos. Hacía frío. Las últimas lluvias  habían dejado una toquilla blanca sobre la Sierra del Valle; el sol la derretía por momentos.

Los árboles, por aquellos días, ya estaban desnudos. Una alfombra amarilla de hojas dejaba el suelo sucio. El viento las arrastraba y las arrinconadas donde se le apetecía; a su antojo.

Los  ‘almencinos’  tenían sus frutos maduros; los arboles, también pelados, mostraban las ramas sin hojas. Pequeñas bolitas negras, carnosas y dulzonas. Con la oportuna precisión eran proyectiles perfectos de cerbatanas dentro de canutos de cañas…

Los granados mostraban las púas de sus espinas. Los granados sin hojas parecían más punzantes. Al nogal del tío Benito llegaban, por las tardes bandas de tordos, que regresaban de los olivares. Buscaban un sitio para pasar la noche.

Los niños los días en que no había clases se echaban al campo. Lo recorrían todo. Los niños sabían dónde coger gandinga para  en usarla en los Nacimientos. La gandinga era ideal para simular la cueva donde nacía el río, para hacer unas montañas diferentes a las otras que eran de arpillera o de corcho.

En las laderas de El Hacho había tomillos y aulagas - ¡que pinchaban!… ¡cómo pinchaban las aulagas! En la curva del Quebradero, pitas pequeñitas. Nacían junto al borde de la carretera, y en la Fuente de Zorra musgo que servía para las orillas del río y para el estanque. Un cristal simulaba el agua. Los cisnes de barro nadaban y reflejaban sus cuellos arqueados en el espejo.

Los niños, otras veces, hacían cosas que no estaban bien. Caminaban despacio por las orillas de la vía con mucho cuidado de alejarse cuando en la lejanía silbaba la máquina del tren y, luego, pasaba despacio arrastrando un montón de vagones que llevaban mercancías en su interior.


En las trincheras, con las lluvias, habían aparecido agujeros llenos de hormigas aladas. Las alúas era un reclamo extraordinario para los insectívoros. Los niños llevaban tarritos de penicilina y los llenaban de hormigas que servirían de reclamo a los pajarillos. Y, luego, ponían trampas… Y….

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