domingo, 4 de diciembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otro día cuatro.

Era otro día cuatro; era, también, diciembre; era domingo; también, llovía. Era una llovizna tenue, suave, casi imperceptible. Había amanecido un día en que Andalucía se echaba a la calle. Pedía Autonomía. Ni más ni menos que otro. No; quería, al menos, una igual. O sea, la suya.

Málaga, la gente de Málaga. Ya saben aquello de “Caballeros de Jaén, Señores de Córdoba, Señoritos de Sevilla y… “gente de Málaga”. Pues esa la Gente de Málaga  - con mayúsculas -, ni más ni menos, simplemente, igual, pedía para todos la autonomía.

En la esquina de calle Vendeja, en la confluencia con la Alameda de Colón una bala asesina – las balas no son asesinas, asesinos son quienes las disparan – cegó una rosa que aún no había abierto en el rosal de la vida. De eso hace, treinta y seis años. Sabemos que el chaval, ‘gente de Málaga’,  se llamaba José Manuel García Caparrós; del que disparó, nunca más se supo.

De lo que vino después… No merece la pena revolver (revólver con tilde es la otra cosa que aterra). Quienes se apropiaron interesadamente; quienes pudiendo, no quisieron; quieres quisieron y no pudieron; quienes ni lo uno ni lo otro; quienes….

Otro cuatro de diciembre; también domingo. Llueve. Dicen que la borrasca ha entrado por Cádiz. El viento sur con tinte de levante, ha traído gavillas de nubes. Se han soltado en la mitad del cielo. Han descargado tan agua que no se ponen de acuerdo de  cuánta ha sido. Desastres y tragedias humanas; desastres económicos.

Otro cuatro de diciembre se ha llevado por delante otra vida. Dice el periódico que ha sido en Estepona. Una mujer, también, joven. Dicen que rumana. Por el lugar donde trabajaba seguro que no había venido a la Costa del Sol de turismo caro de ese que se alojan en los hoteles donde no puede acudir todo el mundo; no.


En la radio dicen que pidió auxilio por teléfono. No le pudo llegar la mano que la salvase. Le prometo por lo más sagrado que estoy hecho polvo. Pobrecita. Me duele Me duelo, seguro que  todos nos dolemos. Toda la gente de bien se duele por la muerte; por las  que no tienen sentido, más. Es domingo; otro día, cuatro. Es diciembre. Llueve.
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