jueves, 13 de octubre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica de rojo

La chica de rojo tiene los años precisos en los que, en la mujer, todo es bello. Apareció por la esquina de la calle Tablas. Venía sin prisa; avanzó unos pasos y se sentó en un banco de mármol gris bajo uno de los plátanos que ocupan el solar del desaparecido convento en la Plaza de la Trinidad.

Era a esa hora en que la tarde cae, lentamente, sobre Granada. Una infinidad de pájaros revoloteaban por los pimpollos de los árboles. Peleaban entre ellos. Los pájaros buscaban su rama para pasar la noche que ya bajaba por las laderas de la Sierra.

La chica de rojo se sentó con la postura de quien no tiene prisa. Cruzo una pierna sobre otra; sacó de un bolso de cuero negro un teléfono. Tecleó unos números. Pasó un tiempo; bajó el teléfono al alcance de la vista. Volvió a teclear. Y entonces, sí, entonces alguien contestó desde no se sabe dónde.

Lleva un vestido rojo intenso, vivo; uno de los hombros al descubierto; el otro, levemente tapado. Calza unas zapatillas de lona blanca sujetas por una cinta también blanca. La cinta da varias vueltas al tobillo y se fijan con una lazada primorosa, simétrica; precisa.

La chica de rojo tiene el pelo castaño; unos ojos expresivos de ese color que sugiere más que dicen y una dentadura perfecta. Se retoca con unas pinceladas los párpados de los ojos y realza unas cejas depiladas con mimo, con pulcritud, como quien se sabe dueña de una belleza que no es común. Tiene unos labios sutiles, finos, ribeteados, también de rojo…


Los últimos rayos de sol daban un toque dorada a las cúpulas de la catedral. La piedra de Diego de Siloé era de una belleza inusitada, como lo es la chica que sentada frente a mí deja que pase el tiempo mientras habla con alguien por teléfono. Cae el agua en un rumor apagado por el gorjeo de los pájaros. La chica de rojo es un sueño imposible; la chica de rojo se incorporó; sin prisa, cruzó la plaza; se perdió entre la gente por calle Mesones…

Resultado de imagen de plaza de la trinidad granada

2 comentarios:

  1. Comprueba que ves bien, querido Pepe. No sería extraño que tus ojos se fueran enganchados en el vuelo del vestido rojo, entre la gente, por la calle Mesones...

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  2. Vienen a pelo los versos de Icaza: "Dale limosna, mujer, / que no hay en la vida nada / como la pena de ser / ciego en Granada"

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