domingo, 28 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mañana de agosto.

El reloj del despertador - del móvil porque ahora la vida no es vida si no se lleva un móvil al alcance de la mano – sonó a esa hora en que el lubricán aparece por el cielo. Borra las estrellas y la luz que quiere ser luz es un blanquecino ilusionante.

La cosa empezó bien; muy bien. El reencuentro con Marilina, sin haberlo programado, en la Fuente de la Manía dice que los hados, o lo que sea, esta mañana también han madrugado. Están de nuestra parte. Conversación fluida, llena de jovialidad. Ella es así. Adelantamos a otros que van a lo mismo. Suben más despacio. Pasada la Fuente de la Higuera nos alcanza “El Monta”…

Ya hay gente, mucha gente en la explanada del Santuario. Es casi de día; mas de ‘casi’ que ‘más’ de día. Germán me explica la última actuación de su empresa en el interior del templo. Por cierto, no debe quedarse ahí. El Santuario merece la atención de la mano amiga a modo de  restauración en las pechinas, pinturas, frescos… Ya se sabe, hay donde gastar dinero.

Es de día cuando la Virgen sale por la puerta. La luz viene de Oriente; es plena. Otra Luz aparece, por la puerta, de pronto. Aplausos. Aumenta el gentío. Abrazos de los que se ven cada año, casi en el mismo sitio y con la misma intención. Solo la alegría del reencuentro ya lo merece todo.

La comitiva en marcha. Caballistas; gente; más gente que abre y cierra el cortejo. Todo va bien; todo lleva su ‘tempo’ y su ritmo. Es día claro y abierto. Se inicia la bajada. “Este año va más ligera”; “este año hay menos gente”; “este año hay más caballos”… Este año ya nos vuelve a faltar, en esa falta que todos entendemos, otra vez, gente que se nos fue…


Todo es un algo de esa pequeña vida donde nos buscamos a nosotros en los reencuentros. Todo, absolutamente todo, sigue su curso. Nunca encontramos la felicidad que se va por los sueños. La Virgen, un año, vuelve al pueblo.

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