sábado, 27 de agosto de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: María Goyri

«Persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución».

Así la definió el Comité de Información del franquismo. Obligada a huir del Espinar a Segovia. Desde Burgos - zona nacional, obviamente -  piden información del matrimonio que forma con Ramón Menéndez Pidal.

Los tienen en el punto de mira: “interesa que sean vigilados de un modo discreto”. No quedan ahí. Quieren más: “así  como las amistades que operan en torno a la familia”. Y, por si fuese poco: “en caso de que convenga le sea intervenida la correspondencia”.

El informe que emiten de don Ramón – Presidente de la Academia de la Lengua -, demoledor: “esencialmente bueno, débil de carácter, totalmente dominado por su mujer”. Le reconocen, menos mal: “persona de gran cultura”. Algo bueno debía tener.

María Goyri y Goyri nació en la segunda mitad del siglo XIX. Investigadora en el campo de la literatura española; filóloga. De niña fue a un gimnasio. Luego, obtuvo el título de Comercio e Institutriz. Militó en la vanguardia de la defensa de los derechos de la mujer.

Con 16 años comienza a estudiar Filosofía y Letras. Se le concede con la condición de “no permanecer en los pasillos, entrar en el aula junto al catedrático y no sentarse junto a sus compañeros sino en una silla al lado del profesor”. Licenciada en 1896; Doctora, en 1909

Morena de pelo negro y lacio. Ojos grandes; mirar profundo y sereno; frente despejada; labios apretados y poco carnosos; barbilla y mentón robusto; cejas pobladas y algo encorvadas. Mujer de estatura media y no muy entrada en carnes; erguida al caminar…

En el viaje de novios, en 1900, en El Burgo de Osma, la mujer que hace la cama canta el romance del “Conde Sol”. María pega el oído. La asistenta le dice que conoce, además otros, le canta “Romance de la muerte del Príncipe don Juan”. María enhebra e investiga con su marido, don Ramón Menéndez Pidal. Son las bases para llegar al fondo del “Cantar de Mio Cid”.


Profesora en la Residencia de Señoritas, implicada en la Institución Libre de Enseñanza. La guerra los sorprende en la sierra de Segovia. Después, la purga política la aparta de la docencia. Se dedica a la investigación del Romancero. Muere en 1954. Una, de las nuestras.
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