sábado, 25 de junio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Ana Caro

El Guadalquivir lo propiciaba casi todo. De Sevilla partían los barcos que iban a América, a Génova o a Flandes. A Sevilla, acudía, también, mucha gente. Normal, la presencia de genoveses, florentinos y alemanes. Era la Sevilla de otro tiempo.

Por el río llegaba el dinero. Entonces  se le llamaba con otro nombre: se conocía por  oro, plata, mercancías. Era el primer puerto de España. Vienen pícaros y pedigüeños. Se llenaron los atrios de las iglesias de mendigos…

Calle de la Troya, de la Carnicería, de la Gallinería, Güerta del Rey, el ‘malbaratillo” y la Puerta del Arenal... Cervantes las reflejó en su obra.  Dejó dicho: Allí no manda el Rey; manda el hampa”.

En ese ambiente, finales del XVI nació Ana Caro Mallén de Soto.  Desacuerdo de si en Sevilla o en Granada. La emparentan con  Rodrigo Caro y con Juan Caro Mallén de Soto, caballerizo de doña Elvira Ponce de León. La consideran, también, “esclava prohijada por Gabriel Caro de Mallén, procurador de la Real Audiencia de Granada”. No hay discrepancias en una cosa: fue la mejor dramaturga del Siglo de Oro.

Luis Vélez de Guevara, en su obra: “El diablo cojuelo”; la llama “la décima musa sevillana”. Obtuvo favor y protección del Conde Duque de Olivares; amiga de la novelista María de Zayas con quien pudo tener un amor lésbico.

Asistió a la Academia Literaria del Conde de la Torre. Percibió emolumentos por su obra. Es una ‘profesional’ en el mundo de las letras. Escribió poemas sobre celebraciones y fiestas,  algún auto sacramental y obras teatrales (“Valor, agravio y mujer” y “El conde Partinuples”) de enredo, lances y encantamientos.


Invierte  los personajes en sus obras; convierte a las mujeres en hombres y trató el mito  el “Don Juan”. Se abrió paso en un mundo dominado por la escritura masculina. Vivió en Madrid donde estaba en 1637; en 1645, aún permanecía allí. Murió cinco años después…

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