viernes, 13 de mayo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Música de armónica

La Leyenda de la ciudad sin nombre fue una película americana de los años sesenta. Recogía el desastre final de unos buscadores de oro que lo habían encontrado por casualidad. Las imágenes de comienzo muestran la desolación y la derrota. La gente se va; llueve torrencialmente; fango, barro y agua.

Lee Marvin, Ben Rumson, amante del güisqui y las mujeres, está de vuelta de todo. Casi toca el final de su vida con la yema de los dedos. Sus sueños no se han cumplido; parece que ahora, tampoco.

En el inicio del film camina en sentido contrario al que lleva la gente que abandona.  Unos curiosos contemplan la escena. Lo miran indiferentes. Esquiva mulas, caballos y carretas. Un conocido le sale al paso. Le pregunta si él también se marcha. Le contesta que no.

El diálogo es corto, directo. “Hay dos clases de gente, Ben,  le comenta: los que se quedan y los que se van. ¿Estás de acuerdo? Contesta, que no. “Hay dos clases de gentes, responde: los que van a alguna parte y los que no van a ninguna parte”.

La película podría haber pasado desapercibida. No es el caso. No  es un western aunque pueda apuntarlo; es otra cosa. Tiene un tema musical extraordinario: “Estrella errante”. El protagonista hace una exposición de su filosofía de vida. Estamos marcados por la estrella del sino. Nos vio nacer,  pero siempre – lo lanza en un mensaje subliminal – hay que mirar hacia adelante.

España – los españoles – atravesamos unos caminos, a pesar de la primavera florida que nos alumbra, con demasiado barro, obstáculos y con fango excesivo. Parece que hay una huida hacia ninguna parte. Es posible que se hayan nublado los horizontes.

El mensaje, claro: “nunca se curó nadie mirando hacia atrás”. Es una llamada al optimismo. El horizonte, demasiado cargado, con demasiadas nubes de tormenta amenazando en el cielo, el del firmamento y el otro. Flota una excesiva desesperanza.


 La voz ronca del Lee Marvin pone un sello muy personal. Tiene el apoyo de un gran coro y una magnífica orquestación pero, en el fondo, rompiéndolo todo, la música aguda de una armónica. ¿Tendremos la suerte de escuchar una música de armónica estos días?

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