miércoles, 6 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Siete de enero

Se ha echado el aire. Ya no sopla racheado e iracundo. El hombre del tiempo dice que amaina. No sé. Muchas provincias han están en alerta de distinto grado; las han levantado. Las palmeras despeinadas se recogen las hojas. Ya son palmeras acicaladas.

Un chaparrón - de agua revuelta y a destiempo - con las ideas de un cable caído estuvo a punto de desbaratar la cabalgata de Reyes Magos. Otros chaparrones, a pesar del cielo limpio de esta tarde, siguen por ahí en las redes sociales.

Reviso la lista de buenos propósitos. Mi amigo José María dice que eso - lo de los buenos propósitos en este tiempo -  sirve de poco. A ver si soy capaz de llevarle la contraria. Éste amigo mío tiene la manía de salirse, casi siempre, con la suya. Lo consigue muchas veces.

Ya de vuelta intento recuperar el esfuerzo extra de estos días. Oigo música (El Barrio, He vuelto. No se lo digan a nadie, y a mí, que este tío me mola un montón…),  y leo. Los Reyes me traen libros; un montón de libros. Tengo la puñetera manía de leerlos. Los libros forman parte de mi vida.

Los libros forman parte de la vida de mucha gente. Mi egoísmo me hace complacerme con su compañía. A algunos los quiero más que a otros. Caprichos que tiene uno. Están ahí. No molestan; no piden nada y dan ¡tanto…!

De joven tuve afición  por el cine del neorrealismo italiano. Sentí como alguien mío aquel Bruno de Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica. La realidad, después, me hizo desistir. He desistido de tantas cosas en la vida que, ahora, cuando el tiempo tiene más valor que la materialidad de las cosas me siento desasosegado e inquieto.


La libertad que da el inconformismo no sólo es patrimonio de juventud. No quiero que ocupen el lugar que tienen algunos melindres que sacan la cresta. No tengo más remedio que aguantarme. Gracias a ellos me queda la satisfacción de ir por el otro raíl de la vía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario