martes, 26 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Revuelto

Esto está loco; loco de remate. ¿Esto? Pero si ‘esto’ decían, cuando yo era niño, era un el neutro del pronombre demostrativo… ¿Cómo va tener los papeles perdidos y andarse con locuras? Vamos, hombre, que está usted muy anticuado.

Verán. Santander – aquella a la que cantaba Jorge Sepúlveda y en la que  decía que había dejado su corazón para volver a recogerlo no sabemos cuándo, se entretiene, hace unos días, en dar la máxima nacional con 24º ¡a finales de enero!

La madre naturaleza que a veces tiene algo de madre menos buena, nos ‘regala’, con nocturnidad y alevosía, un maremoto en el mar de Alborán; siembra el susto en media Andalucía – algunos, ¡qué quieren! ni nos enteramos…

Y, además, las televisiones - hay que ver lo que saben algunos de los que salen por televisión -  nos dan una lección ocasional de hipocentros, epicentros, sutnamis y ondas sísmicas;  de escalas de Richter y de cómo, cada período de tiempo, la tierra juega algunas malas pasadas.

Esta tarde, como a eso de  las tres, comenzó a tronar. (Para tronar en Valencia, con lo que allí gustan las tracas).  Se arrancó por la Sierra de las Nieves, pasó a Alcaparaín, se dio un paseo por Sierra Aguas, la Sierra del Valle, se escurrió por la Joya, los Nogales y El Torcal, y se fue como para la parte de Granada.

Dice el refrán aquello de la correspondencia entre truenos  agua, y del valor de las gotas de enero y esas cosas. Por aquí mucho trueno; poca agua. ¡Con la faltita que haciendo, Virgen del Amor Hermoso!

Lo que parece que no pasa es el temporal político. En Valencia… ¡Ay, Valencia! ‘la tierra de la flores y el amor’ ¿El amor a lo ajeno? Algo de eso hay. O sea, de vergüenza – en algunos, presuntamente, claro – lo menos que se vende. No caben más golferío por metro cuadrado porque la Comunidad no es más grande.


Vienen días… de pactos; no me sean mal pensados. Que la que tiene nombre como la ‘patrona de los imposibles’, perdón, ¿en qué estaría yo pensando?,  se escapa de rositas. Al tiempo.

3 comentarios:

  1. Estoy tan hastiado de casos de corrupción, que ya casi no me parecen noticia. La corrupción es la gasolina con la que al parecer anda este país nuestro - porque aquí no se salva nadie - y que, si un día acabase, se paralizaría. Valencia ha copado hoy la cabecera de todos los telediarios, pero algunos ya lo hemos visto como “normal”. Es malo, muy malo, cuando lo que debía ser excepción se convierte en norma y si además algunos de los “presuntos” son casi “padres de la patria”, las ganas de llorar ocupan el espacio, que debía estar reservado, a la indignación...

    ResponderEliminar
  2. Lo de Valencia me coge muy cerca, pero lo que emerge es la punta del iceberg, bajo las aguas aún hay -¡uffff, montón! - que cuando salgan no sé si será un sutnami, maremoto o nos quedaremos como la mojama.
    Lo peor es: que como son forrados -disculpen ustedes, #aforados- no se le pueden exigir nada porque la ley es igual para todos, claro está, para todos los sinvergüenzas, corruptos y demás.
    Ah! Algunos se marcharon a tiempo a la empresa privada, ya pasó el tiempo y... serán santificados.

    ResponderEliminar
  3. Lo de Valencia me coge muy cerca, pero lo que emerge es la punta del iceberg, bajo las aguas aún hay -¡uffff, montón! - que cuando salgan no sé si será un sutnami, maremoto o nos quedaremos como la mojama.
    Lo peor es: que como son forrados -disculpen ustedes, #aforados- no se le pueden exigir nada porque la ley es igual para todos, claro está, para todos los sinvergüenzas, corruptos y demás.
    Ah! Algunos se marcharon a tiempo a la empresa privada, ya pasó el tiempo y... serán santificados.

    ResponderEliminar