sábado, 23 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La calle del Viento

La calle del Viento tiene nombre propio. ¿De dónde viene el viento? ¿Dónde se vuelve el viento? ¿Por qué se para el viento? Fue una linde en el campo; un final; luego,  un crecimiento. Los pueblos no se quedan nunca quietos.

Hablaba Juan Ramón de otro viento. Se llevaba las hojas; sembraba tristeza en los árboles. De penas y de noches sin estrellas y… de la añoranza por una primavera que no llega. No, no era ese el viento que da nombre a tu calle.

Cantó el maestro Barbeito a “un viento que tenía cuerpo y voz invisible”. Tampoco era ese tu viento, el viento que da sentido y nombre a tu calle, va y viene ¿Desde cuándo viene el viento? No avisa a nadie. Entra, ve y sigue su camino…

Aspiraba León Felipe la llegada de un viento que lo llevase a su sitio. Doña Pura que vivía cerca de allí, gozaba cuando le ‘sacaba’ el viento a las pelotas con las que los niños jugábamos en la calle, en otra calle. Ya ven. Vientos que llevan y vientos que salen.

A Miguel Hernández lo llevaban otros vientos. Eran los vientos del pueblo. Miguel pedía vientos de justicia. Proclamaba la bravura de una raza; lo indómito y la rebelión. Y hablaba de ruiseñores y batallas.

La calle del Viento. Tiene un nombre precioso. Es una calle humilde; mitad llana; mitad, en cuesta.  Comienza en la del Calvario; termina en la calle Erillas. Eran aquellos tiempos de eras pequeñas. No daba para más el “Cerrillo de poco pan”. Por la derecha le entra la del Palomar (sin palomas blancas) y la de Juan Naranjo.

Sufrió - finales del XIX - la amputación de dos números: el quince – lo de la niña bonita es otra cosa, ¿vale? - y el diecisiete. Herida sin cerrar; un salto. Abajo, la cañada del Calvario (otra crucifixión ¿necesaria?, cuando las soluciones se buscaban de aquella manera): había que verter los escombros.


Felipe Aranda aporta un testimonio único. Tacillas de porcelana, luz de España de posguerra; el anclaje de un muñón de un brazo desgarbado; los restos de un naufragio del cableado,   un enmarcado… Por cierto, ¿qué mano confeccionaría tan artístico intento? El viento, tu calle… La calle del Viento.

1 comentario:

  1. Mis más trágicos recuerdos, están asociados al viento. Cuando dejé mi casa y mi infancia, el viento me azotaba la cara asomado a la ventanilla del tren, para que nadie viera mis lágrimas. Cuando enterré a mi madre, un viento helado recorrió mi cuerpo y aún lo siento en mi. Hoy soplan vientos de odio, de revancha, de intolerancia, de insolidaridad... ¿Pasarán por esa calle Pepe ? Lo digo, porque - al ser pequeña - tal vez podamos, entre todos, de alguna forma, cortarles el paso...

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