lunes, 9 de noviembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Líos

¡Ufff…, qué lío! Aquí, y por esos mundos de Dios. Poco carbón; mucho cisco. Esto está como para apagar la televisión, no comprar los periódicos ni escuchar la radio…, y hacerse uno ermitaño como aquellos que vivían en cuevas y en los desiertos.

El Españoleto, o sea, José de Ribera, el máximo exponente del tenebrismo en la pintura española del barroco pintó a un san Pablo ermitaño en los desiertos de Egipto. Un cuervo le llevaba un pan diario para alimentarlo en su ascetismo.

No sé sí por ahí va el agua al molino. Desde luego, a donde no se puede ir en una temporada es a Egipto. A otros muchos  sitios, tampoco. Explosivos en los aviones;  atentados de locos. No se echan colonia sino un montón de pólvora encima; se la cuelgan a modo de bombas.

No hay que ir tan lejos. Punta del mapa. La mar azul baña unas costas de aguas limpias; los pinos se asoman a los acantilados. Cobijan a un puñado de hombres – y mujeres – sin limpieza de ideas,  ni generosidad de sentimientos.

Piensan en ellos. Solo en ellos. Les ha barrido una ‘tramontana’ rara. No venían esos aires ni del Ampurdán ni del Valle del Róndano;  no. A mucha de esta gente no los admitirían como eremitas en los desiertos. Ya han hecho de su tierra uno, grande y por mucho tiempo…

Corren malos vientos. El otoño está ‘aseadito’. Ha llovido en algunos sitios con vergüenza; en otros, ha arrasado. No hace frío. O al menos ese frío que empuja a los pájaros del campo – los otros pájaros no lo necesitan – a buscar el amparo de un terrón en los barbechos para pasar la noche.


No sé. Esto huele a desconcierto. En medio de todo salta la noticia: el Papa manda  a Omella como nuevo arzobispo de Barcelona. A mí Barcelona me queda como muy lejos. Con el obispo compartí – por circunstancias, claro – una mesa. Oigan, para descubrirse. Dará que hablar. Al tiempo. Algo bueno tendría que haber en un patio tan revuelto.

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