lunes, 30 de noviembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mañana

Málaga. Me levanto temprano. La carretera va cargada. Es lunes; primera hora. Por el eje del Guadalhorce baja ‘hasta el que lo hizo’. El sol deslumbra. Apunta con fuerza. Cielo algo entoldado. Temperatura fresca; no ha caído rocío. Se ve que durante la madrugada, en algún momento, el cielo estuvo cubierto; sopla levante.

Un hormiguero de gente entra y sale en el ambulatorio. Va y viene. Llevan papeles en las manos. Hablan en voz alta. La gente no sabe hablar un poquito, solo un poquito más bajo y, entonces, no abrumaría a los que tienen al lado.

Me llego a la librería Luces. Recojo un libro encargado: Antigua sinagoga de Santa María la Blanca. Autora mi amiga Bárbara Palomares. La autora estudia el paralelismo de la sinagoga toledana con la mezquita de Córdoba. “Se torea como se es”, dijo Belmonte; se escribe, como se documenta, pienso yo. Es el caso. Aún no lo he leído pero conozco a la autora.

La Alameda es un caos; la Alameda es un caso. Ni del ‘Puente a la Alameda’ ni por recorte de calles de trasmano. Esto es un lío monumental. Aquí no hay tesoros ocultos; quieren hacer un metro. A nosotros, con tanta revuelta y tanta bulla, nos hacen un ovillito de lana fino.

El centro es una avalancha de gente por todos sitios. Como es de día, alumbra la luz del sol. Bendito sol. Es gratis. Decía Manuel Alcántara citando a Alfonso Canales: “aquí está muy bien todo lo hecho por Dios: paisaje, mar, temperatura, luz; regular, todo lo hecho por los malagueños”.

La casualidad hace que me encuentre con Ángeles y Gabriel. Echamos un rato muy bueno. Compramos... Estaciones de penitencia en Sánchez Pastor, Atarazanas  - con barra fija y cartucho de pescaíto. ¿La culpa? Mi amigo Juan Blanco me enseñó el camino…-  Obediente que es uno.- y Calle Martínez…


A Atarazanas llegan, también ‘otras’ mercancías. El mercado es un lujo. Policromía de frutas: chirimoyas, mangos, aguacates, plátanos, naranjas, peras, manzanas, uvas, pimientos, tomates rojos y de los otros. Se rompe el dicho: ‘colorado como un tomate’, pues va a ser que no; tiene más que ver con el morado.

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