miércoles, 11 de noviembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Palabras de amor

Es esa tierra por donde entró la modernidad y mucho de lo bueno – algo malo, también, seamos justos- que venía de Europa; han surgido voces de discrepancia. Se actúa, se dice, se manifiestan cosas. A veces, fuertes. No en una dirección; no, sino contra una dirección. Parece igual; no lo es lo mismo.

Las palabras son dardos.  La palabra hiriente es un dardo afilado. Se hinca. Se clava como aquella flecha con que se nos mostraba el éxtasis de Santa Teresa del genial Bernini. Le atravesaban el corazón… Aquella era una flecha de amor; éstas tienen otra pinta.

Alboroto en el gallinero; cacareo, en los medios. Unos, dicen; otros, contradicen. Es alarmante ver cómo la gente se habla – dicen que se hablan, entre sí – y no se escuchan. Hay predisposición para no aceptar nada, absolutamente nada, que no sea mi Ley, lo que mi razón dice. Mi razón tiene que prevalecer.

Arañan el cielo de Barcelona las agujas de ese sueño de gloria llamado basílica de la Sagrada Familia. Pienso en las tres palabras concebidas por Gaudí para dar nombre al templo emblemático. Sobran dos. Escójanlas ustedes mismos. Es fácil la elección; no se equivocan. Seguro.

En esa tierra donde arrancan, en uno de sus extremos, esos montes que antes decían que nos separaban de Francia, surgió, hace unos años,  un muchacho que cantaba con una guitarra y llenó las mentes de otros muchachos con canciones bellísimas.

Por aquel tiempo yo me las andaba por una tierra donde también sopla la tramontana, y la mar tiene el agua azul; los pinos llegan a la orilla de Formentor y en Sa Calobra y en Sa Foradada y en Lluch… Allí nació una amistad: lenguas diferentes; culturas distintas… Han pasado más de cuarenta años; aún perdura, y ‘lo que te rondaré morena’.

“Palabras de amor, sencillas y tiernas / que echamos al vuelo por primera vez…” Hacen falta muchas palabras, palabras de amor que traigan la ilusión perdida, que convivan con los recuerdos, cada uno con su identidad  y con su leche pero agarrados de las manos, como los viejos amantes, como historias de amor, como sueños de poetas…


Ah, se me había olvidado, ese muchacho nació en un barrio obrero de Barcelona. Se llama Joan Manuel Serrat.

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