sábado, 10 de octubre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paz

La gente iba con pancartas, banderas, música… Iniciaban la caminata frente a la estación central de trenes en Ankara, Bulevar Talatpasa. La gente iba a una manifestación por la paz.  Primero una explosión; luego, otra. Las imágenes que ha ofrecido el telediario son tremendas. La situación real parece que es peor.

 Proclamaban la paz y el cese de la violencia en una zona donde todo se ha convertido en un disparate. Hay monosílabos - palabras con muy pocas letras -  que dicen mucho: luz, voz, son, haz, mal… y sobre todas, dos: Dios y paz. No sé porqué algunas parecen reñidas con la convivencia entre  los hombres.

Todo ha ocurrido en Ankara, en el centro de Asia Menor, en la Península de Anatolia. Dicen, los que saben de geopolítica, que Turquía es la tierra más occidental de los países árabes o la más árabe de los países occidentales. Puente y mano tendida entre oriente y occidente.

Por la península de Anatolia cruzaban las caravanas que venían de los países lejanos. Traían seda, especias, piedras preciosas, tejidos, ámbar, estaño… Al frente de todo aquel comercio: genoveses, barceloneses, venecianos. Judíos y cristianos al olor y al loor del dinero.

Yo solía poner a mis alumnos un acertijo sobre el mapa. Eran los versos de Espronceda en la canción del pirata: “Y ve el capitán pirata / cantando alegre en la popa / Asia a un lado / al otro, Europa / y allá al fondo, Estambul”. Preguntaba: ¿por dónde navega el bajel?  Inmediatamente la gente menuda se volcaba sobre el mapa y buscaban y buscaban. Siempre había quien lo encontraba…

Hoy habría que interesarse por otras cosas. Si se pregunta por un reducto de paz ni el Bósforo ni el mar de Mármara, ni el Mediterraneo, ni el mar Negro, ni los Dardanelos… ofrecen un resquicio donde pueda albergarse. Todo está convulso; todo, revuelto. El hombre ha perdido, entre otras cosas, la cabeza.


Oriente Medio es un polvorín. Me quedo corto. Es un volcán. Lo están apagando con gasolina. Y cuando esas dos cosas se mezclan, es decir fanatismo e intolerancia, viene lo que viene. En días como hoy los atardeceres, cuando el sol se pierda en el horizonte, todo estará enrojecido. No hace falta buscar la causa.

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