domingo, 5 de julio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Manuel

Hoy, cuando tanta medianía gallardea y saca pecho, sí que podemos decir que Málaga ha perdido a uno de los grandes de verdad dentro de los sacerdotes que ejercen el ministerio en su diócesis. A una mente preclara que se adelantaba muchos años a lo que iba a venir después se unía un hombre excepcional en su trato, en su cariño hacia todos los que tuvimos algún contacto con él....

Hoy sí podemos decir que la Casa del Padre tiene un santo más aunque quizá nunca lo veamos en los altares. Bien está lo que Dios dispone; en ocasiones, a uno no le gusta algunas de las decisiones de Dios. Estoy seguro que si hubiese leído estas líneas me llamaría al orden. Lo digo como lo siento. Don Manuel, pida por nosotros. A usted le hacen caso. Seguro"

A Don Manuel Pineda, que es de quien se trata, lo conozco desde hace cincuenta y seis años. Lo hemos despedido en una tarde tórrida de como son las tardes del mes de julio en Málaga, en su parroquia de Santiago, en calle Granada, en la parroquia que fue catedral de Málaga hasta que se pudo habilitar la de la Encarnación que es la titular.

En esa parroquia, por ejemplo se bautizó un niño al que pusieron por nombre Pablo; por apellidos; Ruiz Picasso y allí también se bautizó el padre del general José San Martín, prócer de la independencia de la República Argentina, por ejemplo.

Don Manuel tuvo muchas cosas buenas. Jamás habló mal de nadie; jamás nadie pudo decir que se vio postergado o dejado de lado cuando tuvo alguna relación con él. Juan Márquez me comentaba: tenía una enorme virtud cuando hablaba contigo hacía que tú te creyeses que eras el centro del mundo.


Es verdad, Juan, es verdad. También he leído por algún sitio – pido disculpas por no acertar con la cita, aunque creo que lo he visto en un correo de Paco Botín – “don Manuel era de los curas que creía en lo que estaba haciendo”. Y, ante esto…

1 comentario:

  1. Casualmente estuve en la vela.
    Hago senderismo urbano algunas mañanas muy temprano en Málaga.
    Pase por la iglesia de Santiago. Me encuentro un féretro y unas coronas de flores. Estaba todo muy solitario.
    Al fondo una mujer mayor y muy elegante.
    ¿Señora hay un entierro? Le pregunto.
    Me dice que ha muerto el párroco. Un hombre bueno, un santo.
    Para darle el pésame le vuelvo a preguntar si es un familiar.
    Me contesta que es la mujer que pide en la puerta y que se ha vestido para acompañarlo.
    Siento la muerte de tu amigo.

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