Está la mar azul y rizada; está la mar llena de pañolitos
blancos que le dicen adiós a los barcos que pasan por la lejanía, o sea que
rompen el horizonte en esa línea perdida e inalcanzable… Está la mar preciosa
en esta tarde de terral de julio con el agua fría, muy fría.
¿Adónde irán los veleros? El hombre que ahogaba tristezas en
el penal del Puerto pensaba que unos iban para Almería y otros para Cartagena.
La libertad, le dijo Don Quijote a Sancho es el don más sagrado que tiene el
hombre…¿Qué más da el destino de esos barcos de velas blancas?
Hace muchos años, un día como hoy, mi amigo Paco Rengel –
entrañable, querido, inolvidable, que se presenta cuando quiere al recuerdo
- me hizo vivir momentos, intensos, llenos de pasión. Verán. Él había sido
pregonero de su Virgen del Carmen paleña. Estuvimos en la procesión; luego la acompañamos
a su iglesia.
Jose María Martín Urbano, que también estaba allí en aquella
ocasión, me comentó: “Pepe, hay curas que no valoran esto que tiene y que se
les viene solo”. No les digo como estaba aquella noche la parroquia de ese
barrio que tiene personalidad propia en la ciudad Málaga.
“A la mar, madera / y
a la Virgen, cirios, / ‘pa’ duquitas madre / las que tie la Lirio” escribió Rafael de León y cantó doña Concha y
hablaba de Cádiz y de Almería y de penas y de sienes de martirio y de Cuba y de
secretos que solo saben la Lirio y Dios… Cosas.
Sigo andando solo por el paseo marítimo. Voy ajeno a todas
esas cientos de personas que se tuestan al sol de la tarde. La mar sigue ahí
desde siempre. Va y viene con olas de percal a dormirse en el rebalaje. Añoro a
los amigos que se nos fueron yendo… ¡Ay, Virgen del Carmen!
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