martes, 21 de abril de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores

Nunca lo he tenido muy claro. ¿Celindos o chilindros? Dicen los libros que lo primero; el pueblo lo llama por lo segundo… Me quedo con la palabra del pueblo. Si es palabra del pueblo es palabra de Dios.

Están ya en flor. O sea, están preciosos. Forman ramilletes blancos y forman ramos apretados, en los nudos de las varas y entre los pétalos blancos, los sépalos amarillentos con pinceladas de  polen, mucho polen para que liben las abejas su néctar bajo el palio azul que llamamos cielo.

Por cierto, pocas cosas han cambiado más de nombre. Verán. Para nuestros bisabuelos era la gloria; para nuestros padres, el cielo; para nosotros el firmamento; para nuestros hijos el universo; para nuestro nietos, el cosmos… Espacio, mundo sideral. Lugar dónde, cada noche, las estrellas juegan al escondite con Dios.

A lo que iba. Está los chilindros a rebosar de esplendor. Derrochan perfume, sensualidad y color blanco tan puro como las nieves de las cumbres de Armenia de donde dicen que lo trajeron no se sabe cuánto tiempo.

Cuando yo era niño las iglesias, por este tiempo, olían a azucenas, a chilindros, y a otras flores que vienen de la mano de la primavera. Era la antesala de mayo. Preludio de aquel canto universal y anónimo: “Venid y vamos todos / con flores a porfía / con flores a María….” En la Vera Cruz rebosaban - las flores -  por el altar de la Virgen de Fátima…

Ahora el campo está ahíto de otras flores que no tienen tanto olor pero le echan el pulso en belleza. Es una belleza humilde. Casi casi piden perdón porque estar ahí en los bordes de los caminos: margaritas, - ¿me quiere, sí o no? - y daba lo que ya todos sabemos, o sea, que es que…, malvas, jaramagos, lirios, amapolas...

Los chilindros se pavonean en las lindes de los huertos. En los jardines mandan los rosales y dentro de muy poco tendrán que competir con los jazmines, pero ahora las tardes son suyas y no hay quien les coma el terreno.

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