domingo, 26 de abril de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica bajo la lluvia

El día estuvo lluvioso; gris. No era una lluvia intensa ni fuerte; no. No era esa monotonía que cae sin dar un momento de respiro; no. No era ese anuncio que a modo de mensaje envía, desde el telediario, el hombre del tiempo y aconseja que no se salga de casa; no. Eran chaparrones de abril.

Por el cristal de la ventana corrían las gotas de agua. Era, primero, ese vaho que empapa y parece que no moja, y luego se condensa y ya se sabe... Era eso que en otros sitios lo llaman de maneras diferentes: orvallo, pamplineo, calabobos - ¡por cierto, qué nombre más feo! – sirimiri y, entonces, pasaste tú.

Ibas bajo un paraguas. Caminabas con paso firme, seguro. Sabías a dónde ibas. No te detenías ni ante los escaparates, ni mirabas a ninguna parte, ni te importaban los charcos que se habían formado entre las losas de la acera. Seguías la dirección que lleva quien sabe qué quiere y lo que quiere. Eras tú.

Las gotas de agua, al unirse entre ellas, estrelladas contra el cristal de la ventana corrían despavoridas. La diferencia de temperatura entre el interior y la calle le ponían una película vaporosa. Todo estaba como borroso. Dificultaba la trasparencia. Las gotas bajaban asidas unas a otras hasta el filo del quicio de la ventana y, allí se quedaban… Pero, eras tú.

Una ola grande barría la bahía… Detrás venía otra y, luego otra. Era el rumor sordo del mar. La mar estaba muy tranquila; el cielo; muy gris. Ni un resquicio por el que se asomase el sol. Todo era un compás de una espera que no se sabe qué es, pero todo esperaba. Solo tú seguiste tu marcha con paso firme bajo el paraguas…

Tu imagen estaba difuminada. Los contrastes de los colores y la luz dejaban una figura borrosa. Tenías dos marcos: el de la ventana y el de la luz. Las gotas de agua daban la belleza de la Gracia de Dios que se venía para darte el encanto y el misterio que siempre llevas tú…

Te vi pasar. Seguías tu camino. Desde detrás del cristal, amparado en no sé qué postura de pasividad, te dejé seguir… Eras tú.

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