miércoles, 22 de abril de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica de la estación

La tarde esta gris. Llovió hace rato pero ahora no llueve. El cielo está entoldado;  las nubes densas  no dejan que entren los rayos del sol. Una leve claridad se posa en el horizonte sobre las montañas más lejanas: difuminadas, sin relieves, sin nada que llame la atención.

Toda la atención la acapara la chica. Lo llena todo. Da sentido a todo. Lleva algo de equipaje. Está sentada sobre el filo de la maleta. Se cubre con un paraguas abierto, levemente inclinado hacia atrás. El paraguas no frena la visión. Se pierde la vista en un horizonte. La chica mira. ¿Ve?

La chica piensa. La chica tiene el pelo largo y lacio; le cubre la cara. Se intuye que todo es espera dentro de ella. Sostiene la barbilla con el puño de su mano que no aguanta el paraguas. Tiene juntos los pies…

Casi como en un olvido está la caja de viaje. Tiene forma de bombo. Puede que lleve cautivos algunos sombreros; quizá una pamela; quizá alguna otra cosa de más vuelos para el viaje que ha emprendido hacia alguna parte.

En esos tiempos de espera pasan muchas cosas por la cabeza. Se puede pensar en muchas cosas. A veces, también da en no pensar en nada. Se deja que pase todo…

Sigue sin entreabrirse la tarde. Los raíles de la vía esperan dar sentido a su ubicación. No llega el tren. ¿De dónde vendrá el tren que no llega? ¿Hacia dónde irá ese tren que espera la chica sin prisa, sin sensación de impaciencia, sin atisbo de zozobra?

Está mojado el suelo del andén de  la estación. Dejó de llover hace un rato. Un rato ni corto, ni largo. Solo un rato. El suficiente  para que en el manto leve de agua se refleje la  figura de chica que espera bajo el cielo gris ahora que ha escampado.

El tren no llega. Está desierta la estación. No viene nadie; no pasa nadie…Bueno, sí pasa. Pasamos nosotros; pasa el tiempo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario