lunes, 16 de marzo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pija

La mujer se paró ante el escaparate de lujo de la calle Serrano, esquina a Jorge Juan,  frente a Museo Arqueológico Nacional. La mujer no escuchaba la música de unos músicos callejeros. La canción  flotaba en aire: “si alguna vez creíste que por ti o por tu culpa me marché…”

Era delgada, de estatura un poco superior a otras mujeres; el pelo negro y recogido. Su tez ofrecía el moreno que da la nieve en invierno a quien frecuenta las estaciones de esquí. Los labios ligeramente encarnados…

La mujer vestía una camisa blanca de Zara y un pantalón estrecho, azul marino de Roberto Verino. Se cubría con una cazadora de piel, color camel, de Javier Simorra. Abrigaba su cuello con un pañuelo de tonos azules y celestes, de Hermes.

La mujer calzaba zapatos de Pura López. Las joyas: unas perlas de Suárez y un reloj de Bugari. Llevaba un bolso de Loewe y desprendía perfume de Chanel. La mujer, desde lejos, pregonaba que su mundo era otro.

De su cuello colgaba un collar con colgante largo como los que  usaban los hippies que se oponían a la guerra del Vietnam pero que vivían con cuentas sustanciosas ingresadas por los papás.

La mujer era algo diferente en medio de la calle por la que pasaba gente que iba y venía. Ella no tenía que portar los paquetes de la compras – ya había realizado otras, en otras tiendas de lujo similar – porque ella ordenaría que se las llevasen a casa.

La mujer dedicaría algunas horas más a gastar más dinero. No necesitaba nada de lo que compraba pero todo “era tan mono…” Dentro de un rato, cuando estuviese aburrida de aburrirse, llamaría al chófer. Un hombre con traje azul marino oscuro, camisa celeste, zapatos y corbata negra acudiría… Abriría la portezuela y con un “señora…” inclinaría la cabeza.


El escaparate, en el ángulo inferior izquierdo informaba de los precios: Mantella, 10.850 euros; Chaqueta: 2.800 euros; Mochila: 1.900 euros; camisa, 650 euros; Sandalias: 800 euros. Alguien pasó junto a la mujer que miraba el escaparate. La miró, la observó y para sus adentros, entre labios, se dijo: pija.

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