martes, 3 de febrero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gente buena

Lo leo de refilón. Lo ha publicado el periódico sin darle más importancia. Se ve que esto de las valoraciones va por barrios y por televisiones y esas cosas. “Nada es verdad ni mentira; todo es del color del cristal con que se mira”.

Verán. Dicen que vivía sola, que era huraña, ahorrativa, que viajaba en coche viejo, que vestía regular, que no chismorreaba con las vecinas, que la fortuna – porque era rica, muy rica – la hizo su familia con un molino harinero… Después vino todo lo demás.

Se la encontraron muerta. Al poco tiempo. Nadie la había echado de menos. Vivía sola en Madrid y sin familia, y va la señora Virginia, porque se llamaba Virginia Pérez Buendía y deja toda la fortuna – unos pocos millones de euros -  para los niños necesitados de su pueblo.

Su pueblo es Valverde del Júcar. Está en las tierras que La Mancha tiene en Cuenca y recibe el apellido del río que va camino del Mediterráneo. No son demasiados en su pueblo. Dice el alcalde que a la lectura de su testamento, en la Casa de la Cultura, acudieron muchos; a su entierro, casi nadie. ¡Sorpresas que da la vida!

Ahora se han desatado muchas especulaciones. Por lo pronto se ha creado una Fundación para gestionar los fondos: alcalde, cura y juez de paz, mancomunadamente. Se le agregan también otros miembros al patronato. Claro, cuando hay dinero por medio… Como las moscas a la miel. Ustedes me entienden.

En estos tiempos donde descalificamos con tanta ligereza ocurre que hay gente buena. Pasó en silencio y desapercibida. Quizá su vida no necesitó nada, no pidió nada; quizá con sus apetencias ahorrativas se vio satisfecha… Muchos ‘quizá’.


Pienso que falta un quizá esencial: quizá le falto algo de calor humano, de cercanía, de eso que no se vende en las boticas ni se almacena en las cuentas corrientes de los bancos y, a eso lo llamamos: cariño.

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