domingo, 11 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Torcal

                                           
                                      
El anticiclón manda sobre la península. El día pedía campo O sea llenar los pulmones de aire puro… Aprovecho el día de “resolana” que diría mi maestro Barbeito (por cierto, con él anduve un día también por aquí) y me voy de sierras y tierras de cielos claros… Verás

Del Torcal se ha escrito mucho y bueno. No soy el llamado a contártelo;  otros, que saben más y lo hacen mejor ya han ido delante. Sube, desde Antequera, por la carretera que va al nacimiento del río de la Villa y luego, por la Boca del Asno. Y lo ves. Empápate de cuanto miran, aprehenden, captan... tus ojos.

Cuando te asomes al mirador de Las Ventanillas, al fondo   - entre brumas si corre levante, como corría hoy - Málaga y el mar. Es el mar de fenicios, griegos, cartagineses y romanos, por donde vino el comercio, y el arte y el derecho, y la lengua en la que nos entendemos un montón de gente. Más cerca, bajo tus pies, tierras de lagares y colinas suaves y caseríos blancos, y el Campanillas y el Guadalmedina. Todavía, no son ríos sino torrenteras arrancadas de largo.

Por el Este quedan Casabermeja, Colmenar, Comares - pincelada blanca en la cumbre -, Periana, Canillas... Al Norte, la llanura y según a donde mires, la Sierra de Rute, la Camorra, El Puntal y, si apuras y está pero que muy limpio el día, las estribaciones meridionales de Sierra Morena. Al Este, Alcaparaín, Sierra de Aguas, de las Nieves, Los Guaperos, la Serranía de Ronda.


El Torcal estaba invadido. La carretera de subida es estrecha; bien asfaltada. Demasiados coches; hay problema de aparcamiento. La gente busca el encuentro con la naturaleza, con la piedra viva hecha capricho en la caliza, con las sensaciones únicas que solo se viven en contadas ocasiones. Y, se encuentran. Doy fe que todo eso, y más, estaba esta tarde allí…

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