jueves, 29 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ana Karenina

                                   

León Tolstoi publicó una de las grandes novelas de la historia: Ana Karenina, en 1877. Es su gran obra. Tolstoi refleja a los personajes con una maestría excepcional y los inserta en los paisajes.

De Ana Karenina trascribo un párrafo al azar: “Se acercó a las montañas de nieve, en las que, entre el estrépito de las cadenas que hacían subir los trineos, sonaban voces alegres. Unos pasos más allá se encontró ante la pista y entre los que patinaban reconoció inmediatamente a Kitty”. ¿Se puede contar mejor?

Tolstoi reflejó una Rusia que ya no existe. Era la Rusia anterior a la revolución que traería el comunismo unos años después. La lectura de la gran novela refleja, también las diferencias sociales existentes – ahora, también - entonces; amores imposibles, hipocresías, infidelidades…

Cuándo dentro de un tiempo los que lean a los novelistas de hoy ¿sacarán las mismas conclusiones? Alguien ha dicho que la gran novela de la actualidad la escriben los titulares de las cabeceras de los periódicos. Puede. No estoy en desacuerdo.

El Lazarillo de Tormes nos contó cómo era la sociedad española de aquel siglo, el XVI, y por lo que nos contó supimos de la España rezadora y en ruinas; de nobles con más hambre que títulos; del pícaro que engaña al ciego comiendo uvas en el vallado de la viña…

Del vistazo a la prensa de hoy me quedo con la muerte de un hombre joven. Lo habían envidado a un país lejano. Estaba con las Naciones Unidas (¿?) en una tierra donde un loco predicó la paz, el amor, la mano tendida entre los hombres… Y,  miren cómo terminó el loco y cómo está aquello.


Me vienen también ante los ojos las disputas por el poder; las zancadillas permanentes; la intolerancia… Este mundo está hecho añicos. Como el final de Ana Karenina, como la vida misma que nos toca vivir a pesar de todo.

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