lunes, 19 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Segura de la Sierra

                          

Al pie de Segura -Segura de la Sierra- piensa que puedes estar ante uno de los pueblos más bellos y enriscados de cuantos des en encontrar en tu andar por estas tierras. Párate y observa. Mira y ve. Oye y escucha. Contempla, escudriña...

El pueblo -lo que queda de un pasado glorioso- sube y trepa montaña arriba. A media ladera, Santa María del Collado te dice de cómo los campanarios se empeñan en otear vientos y horizontes; en capear ventiscas y temporales. Sobreviven al paso inexorable del tiempo.

Puede que te cuenten  - en Paredes de Nava, por tierras de Castilla, también - que aquí nació Jorge Manrique, hijo del Comendador Rodrigo Manrique, a quien dedicó las Coplas de pie quebrado “A la muerte de su padre” Su madre fue dama segureña, doña Mencía de Figueroa, - que las madres también tienen algo que decir en estas cosas, ¿o no?

Llegados aquí no me resisto a transcribirte lo que Aquilino Duque escribió:

“Cuando Segura era cabeza del señorío de los Manrique, Orcera era su aldea; hoy Orcera tiene arciprestazgo, y el arcipreste manda un cura a decir misa en la iglesia en restauración de Segura. El cura de Orcera ha venido a acompañado de dos monaguillos, muy empeñados los dos en enseñarme la capilla del castillo. Por fin logran enseñarme la casa de un pintor o poeta que vivió en Segura años atrás. Es la casa de Jorge Manrique. Uno de los monagos está en COU y el otro en BUP y naturalmente, jamás han oído hablar de Jorge Manrique ni de su padre. Van a buscar nidos de camacho o de chichipán.”


De tanto encaramamiento por las alturas tienes que volver. Baja. Toma el camino que te lleva a Orcera. A mí, sólo me resta desearte: ¡buen viaje!

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