sábado, 17 de enero de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La mujer del tren de las seis y media

                                
La mujer se levantaba cada día de madrugada. Un despertador de cuerda sonó sobre la mesilla de noche. En la mesilla había, también, una lamparita que daba una luz tenue  y un cable que llegaba al enchufe. La mujer no tenía pereza para saltar de la cama.

La mujer trabajaba en una fábrica que estaba lejos de su casa. Se adecentó un poco, cogió el bolso donde la noche anterior su madre había puesto la comida del día: una fiambrera con tomates fritos, un huevo cocido, un trozo de pan, un par de naranjas…

En su casa, a esa hora, todos dormían. Tiró de la puerta…Las calles estaban solitarias. La bombilla de la esquina – casi siempre rota por algún pelotazo de los niños – daba una luz tan pobre, tan esquilmada, que podría llamarse cualquier cosa, menos luz.

Por las calles aparecían otras figuras solitarias. Los hombres tosían por mor del tabaco. Se cubrían la cabeza con una gorra. Las mujeres mayores envueltas en un mantón de ganchillo casi siempre de color negro caminaban más despacio; las más jóvenes llevaban prendas más moderna pero en desuso para otros menesteres.

La mujer cruzaba las calles; revolvía las esquinas. Todos iban a alguna parte. Un hombre  barría la calle; tenía un cigarro en la parte izquierda de la boca. Casi nunca saludaba a los transeúntes.

Los gatos hurgaban en un cubo de basura. Un camión pasó atronando con un ruido ensordecedor. El camión llevaba en el cajón una cuadrilla de hombres.

-          ‘Es la gente de los pinos…’ pensó

Un grupo de hombres subía, cada mañana, a la sierra. Limpiaban la maleza del pinar. Era una labor a la que casi nadie quería ir cuando había otros trabajos…

La mujer anduvo por otras calles y llegó a la estación. Aguardó su turno en la cola que también hacían otros viajeros:

-          “Buenos días. Ida y vuelta a Málaga”


El hombre que le despachó el billete, le correspondió en el saludo. Le dio un cartoncito rectangular de color sepia. La mujer cruzó el andén, subió al tren y se acomodó, junto a la ventanilla, en un vagón de madera. Aún no funcionaba la calefacción. El tren salía a las 6,20. Hacía frío….

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